viernes, 3 de diciembre de 2010

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Cecilia

-¿Pero tú que haces aquí? - preguntó Paolo con nerviosismo.

-¿Qué pasa? ¿Acaso esta tienda es tuya y no puedo entrar?

Paolo tenía un marcador de precios en la mano y llevaba un chaleco con el nombre bordado de la tienda, a causa de eso intuí que trabajaba en aquel lugar. Para mi sorpresa alguien más estaba atendiendo a nuestras conversación.

-Hola, yo soy Carlos, encantado de conocerte....

-Cecilia, me llamo Cecilia. - dije mientras le daba dos besos en la mejilla.

-¿Lo ves Paolo? Así es como se conoce la gente normal...dándose dos besos, no entrando en baños ajenos.

Paolo me echó una sonrisita burlona pero que a la vez era de asco. Nos quedamos los tres en silencio provocando un silencio bastante incómodo. Carlos no paraba de mirar a Paolo y acto seguido sus ojos verdes se posaban en los míos. Me hacía ruborizarme.

-¿Qué haces aquí? - preguntó Paolo.

-No tranquilo, no estoy aquí por ti, simplemente quería echar un vistazo a las tiendas de la ciudad. - expliqué.

Carlos no paraba de sonreír maliciosamente cada vez que soltaba un comentario en contra de Paolo.

-¿Y has elegido esta tienda? Mira tía...esta tienda no te pega ni con cola, ¿Sabes? Las tiendas de Gucci y Channel están en la otra acera. - contraatacó.

¿Me estaba llamando pija en mis narices? No me lo podía creer, no estaba dispuesta a dejarme avasallar por un niñato mirón que se creía el rey del mambo. Pensaba salir de aquel establecimiento cuanto antes y con la cabeza bien alta.

-Bueno, veo que me he equivocado de tienda, es evidente que aquí no hay NADA que merezca la pena... - le miré fulminantemente de arriba a bajo. - A si que me iré, y te dejaré marcar precios que es lo mejor que puedes hacer en estos momentos, ¿Eh guapo?

Antes de salir de la tienda Carlos me paró para darme un papelito.

-Si quieres volver a verme ya sabes. - susurró en mi oreja.

Sus labios estaban muy cerca de mi lóbulo y eso me produjo un cosquilleo al que no estaba acostumbrada...aquel acto provocó a Paolo un escalofrío de celos.

Salí de la tienda como si nada. Les había dejado de piedra. Estaba empezando a sacar mis armas de mujer...no sabía por qué pero aquel chico, Paolo, me iba a dar muchos quebraderos de cabeza de ahora en adelante.
A pesar de que era un niño pijo petulante, veía algo en él que por el momento no sabía descifrar...ambos habíamos tenido una conexión desde el principio y lo sabíamos...aunque de momento solo nos limitábamos a discutir por cualquier cosa. Lo único que esperaba era que no diese problemas en la finca.
Desarrugué el pequeño papel que me dio Carlos y lo abrí. En él había un número de móvil.
<< Hay que ver como son los chicos con tal de ligar... >>

Paolo

¿¡QUÉ HAS HECHO QUÉ!?

-Que sí tío...sé que tú nunca le vas a entrar a si que he decidido tenderte una mano...ser tu cupido personal...ya me entiendes... - concretó el rastas dándome un codazo amistoso en el brazo.

-Vale, una cosa es querer ayudar...pero otra cosa es darle mi número de teléfono en vez del tuyo...¿Qué crees que va a decir cuándo se de cuenta de que soy yo y no tú?

-Así que lo admites...quieres que te ayude...lo que significa que la chica realmente te gusta...supongo que dará saltos de alegría al enterarse.

Paolo no pudo evitar soltar una carcajada. Su amigo era un caso aparte en la evolución humana...pero siempre le había estado agradecido por todo lo que había hecho por él...Carlos era una gran persona y sobretodo era amigo de sus amigos. Y aquella vez tenía razón...esa chica le estaba comiendo la cabeza hasta tal punto que no paraba de pensar en ella...eso no era propio en él...¿Se estaría enamorando?...¡No! Semejante idea le hizo cambiar el semblante...no podía ser...otra vez no.

Cecilia

Después de estar todo el día pateándome la ciudad pude encontrar un par de cosas que me llegaron a gustar.
Descubrí una tienda llamada “Natura” donde vendía cosas muy hippies y alternativas...Compré algunas velas aromáticas de distintos olores, tales como fresa, chocolate, menta y mi favorito: la lavanda.
También compré algunos pósters de grupos que me gustaban...entre ellos Green Day, 30 Seconds To Mars, Paramore, Aerosmith...recordaba una vez que mi padre me llevó a una rueda de prensa donde estaba Steven Tyler firmando discos (ya que su discográfica era el lugar donde mi padre trabajaba). Creo que esa fue la vez que más me emocioné en mi vida. Era uno de mis grupos preferidos y verlo solo a tres metros de mi fue apoteósico, nunca olvidaré ese día.

Abrí la puerta con una necesidad imperiosa de dejar todas las bolsas encima de algún sitio. Mis padres aún no había llegado.
<< Que raro, si son las 9:30...bueno, habrán tenido un día duro. >>

Subí a mi habitación y cerré la puerta. Dejé todas las bolsas encima de la cama y empecé a sacar cosas.
A medida que decoraba mi nueva habitación me iba gustando más y más, ahora ya parecía perfecta y completamente a mi gusto.
Me deshice de todas las bolsas y me tumbé en la cama rendida después de un día agotador.
Al cerrar los ojos me acordé de Paolo. << ¿Por qué ese chico me da tantos quebraderos de cabeza? ¡Si apenas le conozco! Con lo guapo que es su amigo. >> Al pensar eso me acordé de la nota con el número de teléfono que me había dado horas antes. << ¿Debería llamarlo? ¿O quizás enviarle un mensaje? >>
No sabía que pensar, a lo mejor se creía que era demasiado lanzada llamándole tan rápido. Además...a mi no me gustaba Carlos, simplemente tenía la corazonada de que sería un buen amigo y quería conocerle mejor.
Me saqué el móvil del bolsillo y me incorporé cruzando las piernas.

<< ¡Hola! Soy la “amiga” de Paolo. ¿Te apetecería quedar? xx

Ce >>


Paolo

Paolo estaba hecho un lío. ¿Y si Cecilia le llamaba? Seguro que al oír su voz le reconocía y se creería que había sido todo una estratagema para ligar con ella y seguro que no querría volver a verle...
En ese preciso instante el móvil de última generación vibró en su bolsillo y a Paolo le dio un vuelco el corazón.
<< Es ella. >>
¿Quedar? ¿Qué debía hacer? Necesitaba ayuda del maestro...
Marcó el número de Carlos urgentemente y le dio al botoncito verde.

Carlos

El compañero de Paolo estaba repantingado en el sofá con una tía que había conocido esa misma noche. Le encantaban las mujeres, pero no las trataba mal. Siempre, antes de llegar a nada serio las advertía de que él solo buscaba rollos sin compromiso. Carlos era un tío legal.
Mientras estaban danzando sus lenguas, el teléfono de Carlos sonó encima de la mesa. Miró quien era.
<< Paolo. >>
Frenó a la chica y le dijo que enseguida volvía. Su amigo necesitaba consejo. Salió al balcón y cerró la puerta mientras veía como la chica se colocaba bien el sujetador.

-¡Hola tío! - saludó Carlos.
-¡Hey Crack! ¿Cómo te va? Seguro que te he interrumpido...
-No que va... - dijo Carlos sonriendo pícaramente mientras se quitaba carmín rojo de sus labios.
-Ah vale genial, es que verás...tengo un problemilla...
-¿Qué pasa? ¿Ya te ha llamado?
-Me ha enviado un mensaje diciéndome...bueno en realidad diciéndote a ti, bueno que soy yo...
-¡Tío no te enrolles!
-Perdón... - gruñó Paolo. Al fin y al cabo todo eso era por culpa de Carlos.
-Bueno el caso es que me ha dicho de quedar...¿Qué hago? No puedo aparecer ahí como yo... ¿No? Seguro que en cuanto me vea se irá corriendo.
-A ver...He visto como te mira esa chica y si te soy sincero, creo que no te odia...aunque tú creas que si...creo que la tienes coladita.
-¿¡Qué dices!? Tío pero si está claro que me odia...me metí en su ducha mientras ella estaba desnuda...¡DESNUDA!

Carlos empezó a reírse desmesuradamente.

-Pero, ¿Y ahora de qué te ríes?
-Pues me río del dicho.
-¿Del dicho? ¿Qué dicho?
-El de que del amor al odio solo hay un paso y viceversa.

Al otro lado del auricular solo se oía silencio.

-Te has quedado mudo. - pronunció Carlos ya que veía que su amigo no contestaba.
-Tienes razón. Le voy a decir de quedar.
-¡Bien! Veo que entras en razón amigo mío...Bueno pues viendo que lo hemos solucionado todo te dejo, que estoy ocupado.
-¿Pero no me habías dicho que no lo estabas?
-Tío, los amigos siempre van primero.

Paolo le dio las gracias y se despidió de él. Carlos se guardó el móvil en el bolsillo y sonrió. Su amigo se estaba enamorando y lo notaba. Se alegraba mucho por él, se merecía distraerse un poco, después de todo lo que pasó con Alessandra...

Carlos entró en la estancia y volvió a deshacer el sujetador negro de la chica mientras la besaba dulcemente.

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