sábado, 25 de septiembre de 2010

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Cecilia

Nuestro nuevo apartamento estaba situado en el centro de Valencia. Era una finca de lujo cerca del Ayuntamiento y que hacía esquina con el edificio de Correos. Llegamos allí en taxi desde el aeropuerto, el pobre taxista se las vio canutas para meter las maletas en el maletero.
Mi madre sacó las llaves de su bolso y abrió la puerta principal, el portero que se encontraba dentro nos dio la bienvenida. En su placa decía que se llamaba Vicente.

-Hola, Bienvenidos al edificio Golden de Valencia, ¿Necesitan ayuda con las maletas?

-Si por favor, nos vendría genial. - dijo mi padre.

-Sabe, no son los únicos, hace un par de semanas se mudó aquí un muchacho, al 4º piso, apartamento número 8. Pero no se preocupen. Ahora mismo en el edificio solo está el chico. Nadie se queda en estas épocas del año.

No sabía porqué el portero nos estaba dando tanta información, aunque era de esperar que su profesión le permitiese ser tan cotilla. Eran casi las 10 de la noche y a mi me sorprendía que el portero aún estuviese despierto. Probablemente me acostumbraría bastante pronto.
Justo en ese momento a mi madre le llamaron al móvil anunciando que la empresa de transportes estaba a punto de llegar a su destino lo que significaba que esta noche no tendríamos que dormir en colchonetas hinchables. Era bueno que no hubiese nadie sino habríamos despertado a medio vecindario con el ruido.
El portero nos ayudó a subir las maletas en el ascensor hasta el 5º piso, por lo que hicimos numerables viajes. Nuestro apartamento era el número 10.
En cuanto mi madre metió la llave, nos encontramos una estancia que daba paso a un gigantesco salón en el que presidían unos grandes ventanales que dejaban ver gran parte de la cuidad. Dentro del salón y unido estaba lo que sería el comedor. Al otro lado, estaba la cocina. Una bancada enorme recorría aquella habitación. Era tan impresionante que parecía sacada de una revista de decoración. Ni siquiera en la antigua casa habíamos tenido semejantes fogones. En el centro del salón, pero un poco apartado en la esquina, había una moderna escalera de caracol que conducía al piso superior. Mi madre me dijo que subiese para que me fuese instalando.

Subí las escaleras y busqué mi habitación. El piso de arriba era de lo más completo. Estaba dividido en tres habitaciones y un baño. Una de las habitaciones puesto que era muy grande sería utilizada como despacho para mis padres.
Fui cotilleando ambas habitaciones pero las dos eran iguales y no sabía cuál escoger.

-¡Mamá! ¡Las dos habitaciones son casi iguales! ¿Cuál cojo? - grité hacia el salón.

Mi madre subió al instante con varias cajas en la mano.

-Cariño, elige la que quieras. Estas cajas son tuyas. Papá está abajo con el portero y los camiones de transporte. - mi madre dejó las cajas en la habitación que señalé. - Será mejor que te duches, los de la mudanza se encargarán de todo, no te preocupes, ¿Ok? En menos de una hora estará todo más o menos colocado- mi madre me besó en la frente y se fue.

Me quedé sola en mi nueva habitación. Era un cuarto bastante grande, nada más entrar estaban los escusados y luego la habitación. El tejado estaba inclinado ya que era un ático. No me había dado cuenta al escoger la habitación, pero ésta tenía un balcón, aunque suponía que la otra también. Había una llave puesta en la puerta que daba hacia fuera a si que lo abrí y salí. La vista era preciosa, se veía toda Valencia desde allí. La ciudad irradiaba luz y vitalidad incluso de noche. Siempre me había gustado estar en la tierra de mi madre. Aunque yo no fuese valenciana de pura cepa me sentía parte de ella. El viento agitaba mi cabello e incluso me entró un escalofrío.
Volví a entrar en mi habitación y cerré con llave tras de mi. Saqué de mi maleta el champú y el gel y me dirigí hacia el cuarto de baño para disfrutar de una merecida ducha.

Paolo

Paolo no paraba de oír ruidos arriba y abajo, se preguntaba a que se debía tanto alboroto. Estaba tumbado en su cama leyendo una revista de coches. A pesar de tener una casa enorme para sí mismo, le gustaba estar la mayoría del tiempo metido en su habitación. Estaba en pijama pero no le importó salir al rellano para preguntarle a Vicente lo que estaba pasando.
Nada más salir, se encontró por lo menos a seis o siete hombres subiendo cajas y muebles al piso superior.

<< ¿A comprado alguien el piso de arriba? >> se preguntó Paolo.

Entre los hombres logró ver al portero.

-Vicente, ¿Por qué hay tanto escándalo? ¿Se han mudado a la 5ª planta? - preguntó al portero señalando hacia arriba con el dedo.

-Si, es una familia, y tienen una hija de su edad aproximadamente. - explicó el portero ansioso por tener la exclusiva.

¿Una chica de su edad? Paolo se preguntaba como sería: guapa, simpática, extrovertida, tímida... Se le encendió la bombilla de repente. Sería una buena idea si él se presentaba en casa de ellos para darles la bienvenida a la finca. Eso es lo que haría. Aunque era muy tarde solo les robaría unos 5 minutos de su tiempo.

Le dio las gracias a Vicente por la información y se volvió a meter en su casa. Se fue corriendo a su cuarto, cerró la puerta de un manotazo y abrió el armario. ¿Qué podía ponerse para impresionar a una chica? Él siempre había sido coqueto pero en ese momento su mente se quedó en blanco. Optó por ponerse los vaqueros y sus zapatillas favoritas y eligió un polo verde de manga corta. Fue hacia el baño, se arregló un poco el pelo con gomina y se puso colonia, 'One Million' de Paco Rabanne.
Salió de su casa seguro de sí mismo. Subió las escaleras sorteando hombres y llegó hasta el apartamento número 10.
La madre de Cecilia estaba en el vestíbulo hablando con uno de los de la mudanza. Paolo esperó a que ella acabase de hablar con él y luego se acercó a ella.

-¿Disculpe? ¿Son ustedes los nuevos vecinos? Me llamo Paolo, vivo en el piso de arriba. Solo venía para presentarme y darle la bienvenida a la finca. Si necesita algo ya sabe donde estoy. - Paolo soltó un discurso de bienvenida muy raro en él.
Sabía que no era así y no sabía por qué se estaba comportando de tal manera, ser tan amable con gente que ni siquiera conocía.

-Hola, encantada. Yo soy Amanda. Siento mucho el escándalo que estamos haciendo, pero muchas gracias por la bienvenida. Le presentaría a mi marido pero creo que está abajo con los hombres de la mudanza.

-No se preocupe, puedo volver mañana. - dijo Paolo amablemente.

El hombre con el que Amanda estaba hablando anteriormente volvió porque al parecer había un atasco en la escalera. Amanda fue para ver que pasaba.

-Encantada de conocerte Paolo. ¡Oh! Mi hija Cecilia está arriba en su cuarto. ¡Sube y la conoces anda! - gritó mientras se alejaba con ese hombre para evaluar el suceso.

<< Cecilia. Ya solo el nombre me gusta >> Paolo sonrió y subió las escaleras alegre de haber comprado ese piso unas semanas antes.

Cecilia


Encendí el termo para el agua caliente y abrí el grifo de la bañera para que ésta fluyese. Me metí dentro de la ducha que aún no tenía mampara y empecé a enjabonarme intentando no hacer un desastre en el baño.
Me relajé completamente. Tantas horas de viaje me habían dejado sin energía, siempre se me daban bien los viajes pero esta vez agoté todas mis fuerzas.
Bajo los estimulantes chorros de la ducha todo parecía más fácil. En Septiembre empezaría mis clases en la Universidad de Bellas Artes y seguro que haría nuevas amistades, por lo menos ya no estaría deprimida sin mis amigas de Los Ángeles. Quizás incluso podría conocer a algún chico guapo...

Escuché un mamporrazo en la puerta y casi me resbalo de la ducha. Abrí los ojos rápidamente pero a la vez con cuidado de que no se me metiese jabón en ellos. Los ojos de un chico extraño se posaban sobre mi cuerpo desnudo y empapado.

-¡AAAHHH! - grité y grité hasta que el extraño con cara de asustado salió despavorido del cuarto de baño.

Yo sin dar crédito a lo que acababa de pasar salí de la ducha y me enrollé la toalla alrededor del cuerpo para salir y saber quien era esa persona.
Abrí la puerta y me lo encontré en la habitación dando vueltas sin saber que hacer. Se tocaba el pelo, se lo dejaba de tocar, luego las manos, la cara... se notaba que estaba nervioso por el encontronazo pero, ¿Por qué seguía allí? Yo personalmente me moriría de vergüenza y saldría corriendo.

-¿Pero se puede saber quién eres tú y qué hacías en MI cuarto de baño? - enfaticé la palabra “mi”.

-Yo...lo siento mucho. Por favor no digas nada a nadie o daré una mala primera impresión. Te juro que no quería mirar...tu madre me dijo que estabas en tu habitación y sólo quería presentarme. - explicó el apuesto joven.

Al mirarle a la cara me pude fijar que tenía unos ojos preciosos, eran azul verdosos. Sus facciones eran perfectas y varoniles, ni una espinilla y sus labios eran los más carnosos que había visto nunca dejando asomar una graciosa peca al borde de su comisura.

-¡¿Pero para que entras en el baño?! - grité indignada.

El chico parece que se ofendió. Lo que me faltaba, yo si que debía de estar ofendida, no él.

-Mira...ya te he dicho que lo siento. No puedo hacer que el tiempo vaya para atrás, ¿Me entiendes? - el chico se largó en cuanto dijo eso pasando por mi lado como un huracán.

Yo me quedé parada sin saber que hacer. Había metido la pata. Si que era verdad que él había entrado sin llamar...pero se había disculpado y yo lo único que había hecho fue gritarle. La verdad es que siempre la cagaba con los chicos. Nunca sabía como ligar o como gustarles. Era demasiado sosa para ellos y poco “atrevida” como me decían mis amigas. Ahora me tocaría vestirme, bajar y disculparme por mi comportamiento infantil e inmaduro.

-¡Espera! - grité. - No me has dicho tu nombre.

Paolo

Esa chica. Lo único que esperaba era que se arrastrase hasta su piso para pedirle disculpas. ¿Quién se habría creído que era? ¡Ni que la hubiese intentado violar! Semejante pensamiento dio a Paolo retortijones en la barriga. Nunca le había pasado eso con una chica...pero, ¿Por qué seguía pensando en ella? Ahora mismo debería de estar pensando en Claudia, la chica que conoció en la fiesta de la semana pasada. Esa chica si que era impresionante, no como...como...Cecilia. ¡No! Ella volvía a meterse en su cabeza y la había visto solo durante un minuto.

<< ¡Basta Paolo, deja de pensar en ella! >>

Su conciencia no le hacía caso. Él solo podía pensar en su cuerpo desnudo. Simplemente había visto belleza y no un simple cuerpo que te puedes trincar y a otra cosa mariposa...había visto a una persona de carne y hueso. Sus curvas tan exuberantes y el contraste de su piel con el agua le producía...placer.

Paolo llegó a su casa y le dio un portazo a la puerta que debió retumbar en todo el edificio. Su carácter le había vuelto a pasar una mala jugada. ¿Y si debía de ir él a disculparse? No...tenía que venir ella...pero, parecía tan frágil, ella parecía el corzo y él el cazador.

Ahora solo Cecilia ocupaba los pensamientos de Paolo.

¿Y si me estoy volviendo loco? ¡Pero si la acabo de conocer! ¡Ni siquiera sé como es! Dios mío...tanto comerse los sesos por una mujer le estaba dando hambre.

Paolo no tenía sueño y se fue hacia la despensa para coger un paquete de galletas TUC. Empezó a devorarlas como un poseso. Cogió de la nevera un 'Dan-up' y se sentó en el sofá casi abatido. Alcanzó el mando de la mesita auxiliar y encendió la televisión. Todo lo que hacían eran programas del corazón y series cutres no comerciales sin argumento alguno. Optó por ponerse una película y así al menos estaría un poco entretenido.
Saltó del sofá y se fue hasta la estantería donde tenía los DVD's ordenados alfabéticamente.
Ninguna de las que tenía le convencía, no al menos hasta que llegó a la 'E'.
<< El diario de Noa >>
Era una de las películas favoritas de Paolo. Le recordaba a aquel verano que viajó a Roma con sus padres y conoció a Alessandra...la única chica que le había robado el corazón...pero ellos eran unos críos de dieciséis años y solo fue un verano, uno de los mejores de su vida. Aunque Paolo tenía imagen de tipo duro, en realidad era un chico bastante sensible y romántico, aunque a él no le gustaba que la gente lo supiera...y mucho menos las chicas.

Abrió el DVD y metió el CD dentro del reproductor de discos. La película comenzó y a Paolo ya le entraba la llorera. Era tan intensa...que le hacía mucho recordar a...

El timbré sonó y Paolo la paró molesto para ver quien estaba en la puerta. Al abrir vio a Cecilia, ahora vestida y arreglada con unos vaqueros cortos y una camiseta negra de tirantes.

-Hola...lo siento por lo de antes...es que fue muy brusco y...

Paolo le cerró la puerta en las narices. No le apetecía hablar con ella, o simplemente le estaba haciendo rabiar...¿Por qué se comportaba así? Solo recordaba ese comportamiento cuando tuvo 16 años y estuvo en Roma.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Prólogo

Cecilia acababa de salir de la peluquería justo cuando su padre le mandaba un mensaje de texto al móvil.
<< Ven a casa, tenemos algo que decirte. Papá. >>
Genial, el plan de salir con sus amigas un viernes por la tarde se había fastidiado, ¿Qué quería su padre ahora? Decidió no meterse en líos y optó por hacerle caso. Ella estaba en la puerta de la peluquería con sus amigas, pero se tuvo que despedir de ellas más pronto de lo que imaginaba.

-Lo siento chicas, me tengo que ir, mi padre quiere hablar conmigo de algo. - anunció.

Ellas no pusieron pegas, sabían que debía hacer caso a su padre porque conocían su carácter. No era una mala persona y tampoco era el tipo de padre que siempre castigaba a su hija por nada, en realidad él era muy abierto y amable, pero lo mejor era no tentar a la suerte y hacerle caso.
Cecilia era una de las chicas más guapas del instituto, todos los chicos querían salir con ella, pero Ce solo se limitaba a estudiar y salir con sus amigas, además, ese mismo año cumpliría 18 años por lo que ya estaba estudiando para sacarse el carnet de conducir.
Su larga melena morena recién salida de la peluquería se agitaba a medida que andaba hacia su casa. Ella vivía en un chalet de tamaño bastante considerable a las afueras de Los Ángeles. Sus padres eran ricos, pero a Cecilia no le gustaba que la gente lo supiese, aunque era un poco imposible ya que su padre era el Director Ejecutivo de la sede multinacional de Sony de L.A y siempre estaba saliendo por la televisión en ruedas de prensa. Al contrario de su madre, ella era una abogada de casos importantes, aunque también ganaba mucho dinero, era más discreta que su padre.

Cecilia llegó en 15 minutos ya que su hogar no estaba muy lejos del instituto. Su casa estaba construida en piedra de diferentes colores, tenía varios ventanales que daban a la calle, pero el más grande de todos daba al jardín creando una vista preciosa. El jardín era bastante amplio y estaba decorado con un montón de flores de todos los colores y un balancín lo suficientemente grande como para tumbarse en él una noche de verano.
Buscó las llaves en su bolso y las localizó gracias al enorme llavero de la bandera española que le regaló su madre hacía 3 años.
Amanda era de Valencia, pero se mudó a Los Ángeles porque en el viaje de fin de carrera conoció a Robert, su marido, y decidió quedarse con él en su país. Se casaron cuando ella tenía 29 años y 9 meses después Amanda dio a luz a una pequeña niña a la que llamaría Cecilia. Sus padres la educaron para que fuese bilingüe, su padre le hablaba en inglés y su madre en castellano, gracias a ello al cabo de los años, Cecilia dominaba perfectamente ambos idiomas y era la envidia del instituto.

* * *

Ce había dejado su bolso en la habitación y bajó rápidamente las escaleras ya que sus padres querían hablar con ella. Se sentó en el sofá y delante de ella se sentaron ellos con expresión pensativa.

-Cariño, papá y yo tenemos que decirte una cosa, una cosa bastante importante.- comenzó Amanda.

-No te preocupes mamá, ya sé lo que es, nos vamos a mudar ¿Verdad?

Los padres de Cecilia se quedaron mudos. No tenían ni idea de que su hija sabía los planes de esa familia. Nadie le había hablado de ello y ellos solo lo sabían desde hacía una semana.

-Sólo quiero saber por qué nos mudamos. - preguntó Cecilia.

-A tu madre le han ofrecido trabajo en una importante firma en Valencia, le pagan más dinero y como ella es de allí, hemos pensado que sería una buena idea. Además, los tres hablamos el idioma y podría suponer un cambio. Sabemos que tendrías que dejar el instituto y a tus amigas, a si que si tú no te quieres mudar, lo consideraremos. Sobretodo no queremos forzarte a que hagas algo que no quieres hacer. - explicó Robert.

A veces le encantaba saber que sus padres eran tan comprensivos con ella. Poca gente podía decir lo mismo de los suyos. Era una gran oportunidad para su madre, a si que no dudó ni un momento en elegir.

-Yo...creo que...sería una buena idea. Quiero decir, echaré de menos a mis amigas pero no es el fin del mundo, además si tenía pensado ir a la universidad iba a dejar de verlas igualmente. – completó Ce.

Sus padres sonreían felices al saber que su hija estaba de acuerdo con ellos.

-¡Está bien! Entonces empezaremos a hacer las maletas. Contrataremos una empresa de mudanzas que se encargue de empaquetar nuestros muebles y en más o menos una semana nos dispondremos a viajar.

-¿Y tú qué vas a hacer papá? - preguntó Ce intrigada.

-Yo he encontrado trabajo en Sony de Valencia hija, me mantienen el salario por lo que nuestra economía no va a cambiar. - sonrió Robert.

-¡Qué guay! Bueno yo os dejo que voy a empezar a hacer una lista de todo lo que tengo que llevar y así empiezo ya a empaquetar y ordenar cajas.

Cecilia subió las escaleras dejando a sus padres la mar de contentos por su decisión. Se metió en el cuarto de baño, se sentó en la taza del váter y se puso a llorar. Estaba feliz porque por una parte cambiaría un poco de aires y de amistades, pero por otra parte, tenía que dejar las que ya tenía, por lo que le daba bastante pena. No quería que sus padres la viesen así, sabía que ellos estaban felices y no quería ser ella la que les amargase el momento.
Se secó las lágrimas con la toalla de las manos y la manchó toda de negro por el rímel. Aunque ella fuese muy normal, era bastante coqueta y le gustaba maquillarse, no desmesuradamente, pero si que le gustaba aplicarse un poco de color.
Dejó de llorar y se enjuagó la cara. Se volvió a pintar y salió del baño. Aunque tenía los ojos rojos sabía que sus padres no preguntarían nada.
Sacó su iphone de su bolsillo y envió un mensaje colectivo a todas sus amigas.

<< Chicas, me voy a mudar a España en una semana, os echaré de menos. Quedaremos antes de que me vaya, os quiero. >>

* * *

El 23 de Agosto Ce se levantó muy temprano, aproximadamente a las 6 de la mañana, a pesar de que podía dormir un par de horas más, pero ella estaba muy nerviosa por el viaje. Iba a ser un vuelo bastante largo, al menos 12 horas en avión, o quizás más. Aunque Cecilia estaba acostumbrada. Ya había viajado en varias ocasiones a España, también había visitado París, Roma, China, Japón, Australia...pero ella siempre había querido ir a Londres. Aunque no la conociese, sabía que esa era su ciudad favorita. Sus padres se habían ofrecido muchas veces a hacer un viaje hasta la isla, pero ella decía que quería ir sola o con alguien especial, aunque sabía que su sueño no se iba a convertir en realidad y tendría que elegir la primera opción, ir sola.

Las cajas estaban por toda la habitación y no dejaban casi espacio para andar, y eso que su habitación era bastante grande. Las estanterías ahora vacías, habían estado ocupadas por decenas de libros y películas, peluches y recuerdos de los lugares que había visitado antaño. Las paredes eran de gotelé de color beige y en toda la habitación solo había un cuadro, “La noche estrellada (De sterrennacht)” de Van Gogh. Era el cuadro favorito de Cecilia, era bastante grande y ocupaba casi toda la pared principal. Había estado un montón de veces en el MOMA de Nueva York solo para verlo.

Ce quitó las sábanas de la cama y las puso en una de las cajas de viaje. Recogió todo lo que quedaba en su habitación y se sentó en la cama que ahora estaba desnuda ya cansada. Se puso a pensar en la despedida que sus amigas le habían organizado 2 días antes. Habían ido todas al Burger King con sus respectivos novios y...Eric, ese chico tan guapo del instituto. Solo habían cruzado palabra un par de veces en casi 5 años de instituto, pero era amigo de Charlie, el novio de Vivianne y siempre iban juntos a todas partes. Lloraron, se intercambiaron regalos y se despidieron. A Cecilia le daba mucha pena el tener que decirles adiós, pero cuando volviese a L.A de vacaciones iría a visitarlas sin duda.

* * *

El avión estaba a punto de despegar del aeropuerto LAX de Los Ángeles a las 4 de la tarde. Iban a hacer escala en el aeropuerto de Londres. En ese sentido Ce estaba emocionada, iba a pisar suelo londinense, pero no podía salir fuera del aeropuerto, eso ya no le parecía tan genial. Sus padres estaban sentados en la parte izquierda del avión cerca del ala, y Cecilia en el asiento de al lado pero en la fila del centro.
Se puso su antifaz en los ojos y se dispuso a dormir hasta que llegaran a Londres.

10 horas más tarde...

-¡Ce, Ce! ¡Vamos a aterrizar en Heathrow en menos de 5 minutos! - gritó su padre desde la otra fila.

Ce se desperezó y se incorporó para abrocharse el cinturón de seguridad. Efectivamente a los 10 minutos el avión había aterrizado en Londres. Su cara irradiaba felicidad.
Al cabo de esperar y comer comida precalentada en un bar del aeropuerto, anunciaron que ya tenían que coger el próximo avión que les llevaría hasta Valencia. Todos se sentaron igual que antes pero Cecilia cayó rendida, tenía demasiado sueño. Se puso su antifaz y se quedó roque en menos de un minuto. Las turbulencias del despegue la volvieron a despertar y esta vez no pudo dormirse.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Sinopsis

Cecilia Petersen es una chica normal nacida en Los Ángeles. Sus padres son ricos e "internacionales" como a ella les gusta llamarles. Debido a un cambio de trabajo de su madre, se trasladan a Valencia, su ciudad natal. Cecilia siempre ha sido una buena chica y sus padres han sido muy buenos con ella, pero Ce busca algo más…algo que nunca ha tenido, amor. En Valencia conocerá a nuevos amigos, algunos no muy buenos, irá a la universidad de Bellas Artes y un trágico accidente cambiará su vida para siempre…aunque tendrá alguien para apoyarla…pero, ¿Y si ese alguien también desaparece de su vida? ¿Correrá el riesgo de perder a más gente que quiere?

Pedro Cortés

19 años (cumpleaños 16 de Abril, 1991) Mujeriego. Está saliendo con Lara pero le ha puesto los cuernos en varias ocasiones, aunque ésta ya lo sabe. Desde el primer momento en que ve a Cecilia se encapricha y hace todo lo posible por salir con ella. Sus amigos no conocen esa faceta suya excepto Lara, pero ella solo lo ve como alguien perfecto y no lo delata. 

Lara Martín

18 años, (cumpleaños 16 de Enero, 1992) Amiga de Helena y Lucas. No se lleva muy bien con Cecilia porque piensa que quiere quitarle a su novio, Pedro, ya que siempre los ve hablando. Es bastante indecisa e idolatra a Pedro aunque él no le haga ni caso. Lo ve como una especie de Dios. Se hará amiga de Cecilia cuando algo dramático pase.

Lucas Ramos

18 años, (cumpleaños 3 de Febrero, 1992) Es uno de los amigos de universidad de Cecilia y está saliendo con su mejor amiga, Helena. Él es un poco tímido, pero cuando está con sus amigos se vuelve más fiestero. Es el más romántico de todos, pero demasiado romántico, incluso su novia a veces se queja de él. Al final de la novela le cambiará la vida a Helena.

Helena Ramírez

18 años, (cumpleaños 30  de Septiembre, 1992) Es la mejor amiga de Cecilia. Es extrovertida y siempre es la alegría de la fiesta. Está saliendo con su amigo de toda la vida, Lucas. Al final casi de la novela se llevará una sorpresa que le cambiará la vida.

Padre de Paolo - Pablo Reyes

45 años (cumpleaños 26 de Julio, 1965) Al igual que su mujer, Pablo es un simpático hombre de negocios, adora a su familia y le gusta tocar el piano. A Cecilia siempre le recuerda a su padre, después de su muerte. Paolo y él se llevan muy bien aunque a veces tienen sus enfados de padre/hijo.

Madre de Paolo - Isabella Argento

42 años (cumpleaños 12 de Julio, 1968) A pesar de ser rica, es una mujer muy humilde. Nació en La Toscana, Italia y siempre vuelve allí cada verano para ver a su familia. Le gusta la comida italiana, e ir de compras. Es un gran apoyo para Cecilia cuando sus padres mueren.

Padre de Cecilia - Robert Petersen

50 años, (cumpleaños 23 de Julio, 1960) Nacido en Los Ángeles. Elegante, señorial y simpático. Su familia también era rica. Ha vivido toda la vida en L.A y trabaja como director ejecutivo de la empresa multinacional Sony. Cuando su mujer obtiene una buena oferta de trabajo en Valencia, su ciudad de origen, deciden mudarse a España al centro de la ciudad. Su gran afición es tocar el piano de cola.

Madre de Cecilia - Amanda Petersen

(apellido de soltera, Santos Martínez), 48 años, (cumpleaños 3 de Septiembre, 1962) Es una mujer simpática, extrovertida, elegante y alegre. Adora a su hija y quiere que sea feliz en la vida. Tiene un secreto que solo le cuenta a Cecilia y ha vivido con él 2 años. Trabaja como abogada y ella es la razón por la que su familia se tiene que mudar a Valencia. Su gran obsesión son las compras de navidad.

Paolo Reyes


20 años, (cumpleaños 6 de Agosto, 1990) Es cínico y contestón, no le gusta que la gente le lleve la contraria. Trabaja en una revista de coches en la que su padre es el jefe. Se enamora de Cecilia, la dulce chica que se acaba de mudar a su finca. Al principio no se llevan muy bien, pero al final se dará cuenta de que la quiere más que a nada en el mundo.

Cecilia Petersen


17 años, (cumpleaños 11 de Diciembre, 1992) Dulce, estudiosa, madura, soñadora y proveniente de una familia rica. Le encanta dibujar y leer, por eso hace la carrera de Bellas Artes en la Universidad de Valencia.Tiene una afición secreta que solo le cuenta a Paolo, coleccionar monedas de diferentes países. Sus padres mueren en un accidente de coche un día antes de su cumpleaños. Se enamora de Paolo, el cínico vecino del ático.