jueves, 21 de octubre de 2010

News

¡Hola gente! Bueno pues como os estaréis dando cuenta, hace ya lo menos 3 semanas que no subo capítulo nuevo, ¿La razón?, ¡Exámenes a tope!
Lo siento mucho, se que la mayoría de blogs han sido "suspendidos" temporalmente y creo que yo también lo voy a hacer...es bastante difícil estudiar y centrarte en tu historia a la vez.
Seguiré subiendo capítulos pero no tan asiduamente, tranquilos que el blog cerrado no está ;)

¡Gracias a los que leáis, y espero que lo entendáis!

Lee xx

domingo, 3 de octubre de 2010

Carlos Ramírez (nuevo personaje!!)

 Carlos es el mejor amigo de Paolo. Trabaja con él en la Pulga y le encantan las mujeres, su coche y la buena vida. A pesar de ser un poco destartalado, es una gran persona y tiene muy buen corazón. Intentará ayudar por todos los medios a Paolo para que consiga al amor de su vida.

sábado, 2 de octubre de 2010

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Cecilia

La puerta se cerró en mis narices. No me podía creer que incluso habiendo ido a disculparme como una persona madura, él me había dejado en evidencia. Subí las escaleras indignada por el comportamiento de ese chico y volví a entrar en mi casa.

-¿Qué te pasa Cecilia? - preguntó mi madre.

-Nada mamá, es solo que estoy muy cansada del viaje y eso... - mentí.

A mi madre no era muy difícil convencerla. Mis padres siempre habían estado más ocupados en sus trabajos que conmigo, aunque yo no les reprochaba, les entendía y la parte buena de todo aquello era que tenía más libertad para hacer lo que quisiese. Casi toda mi vida había estado “sola” esa era otra razón por lo que era madura para mi edad. La primera vez que me vino la menstruación a los 12 años, mi madre estaba en una conferencia de abogados y cuando se lo dije simplemente me dijo: << Ya estás hecha toda una mujer. >> Le sonó el móvil y se fue a hablar por teléfono a su habitación, ¡Con lo asustada que estaba yo! Pero bueno...eso era agua pasada.

-Bueno, yo de ti me iría a dormir si estás tan cansada. Por cierto...¿Has conocido a Paolo? És el vecino de abajo. - Amanda estaba organizando algunos de los jarrones que habían llegado en las cajas y los estaba poniendo encima del mueble del recibidor antes de irse a dormir.

Yo hice un gemido con la boca como muestra de afirmación y subí arriba para hacer algo y no quedarme allí plantada viendo como mi madre decoraba el aparador.

<< Paolo... ¡Será idiota! >>

Vi a mi padre colocar, con ayuda de otros tres hombres, su amado piano al lado de la escalera, un poco escondido del resto de las cosas en la casa para crear un rincón íntimo y personal. Lo más importante para mi padre aparte de nosotras y su trabajo, era su piano, su música. Robert se pasaba día si y día no tocando su instrumento favorito, creaba unas melodías con una facilidad desbordante que a mi me sería imposible interpretar.

* * *

Las cajas estaban por todas partes. Los de la mudanza ya habían acabado de descargar nuestras pertenencias y lo habían dejado todo por en medio, como era de esperar. Estaba muy enfadada con Paolo y conmigo misma. No debería de haberle gritado pero él tampoco debería de haberse quedado mirando. Había sido una situación muy embarazosa... pero cuando había ido a disculparme, él me había dejado con la palabra en la boca.

Una de las cajas estaba medio abierta y dejaba entrever un tubo. Lo cogí curiosa y lo desenrollé. Vi que era mi viejo póster del Puente de Londres que compré en un mercadillo de L.A hacía dos años en un arrebato. Nunca me había colgado ese póster en mi antigua habitación porque lo veía demasiado transgresor y urbanita, pero me apetecía cambiar un poco de estilo por lo que decidí colgarlo. Lo coloqué encima del cabezal de la cama. Al haberlo puesto con chinchetas de colores que encontré en la misma caja, me alejé un poco y me di cuenta de que era enorme, ocupaba gran parte de la pared, pero me encantaba. Las luces del puente sobresaltaban el póster en sí y era todo en blanco y negro excepto las enormes “barandillas” azules. Me pasé lo que quedaba de la noche ordenando mi nueva habitación ya que no tenía sueño. Al poco tiempo escuché como mis padres se iban a dormir después de un día agotador, pero yo quería seguir ordenando el cuarto. Conforme la iba decorando con mis viejas cosas me daba cuenta de que iba a necesitar un toque más “retro” y eso significaba salir a la calle y buscar tiendas raras para comprar lo más extravagante que pudiese encontrar. Si, eso era lo que iba a hacer. Mañana me daría una vuelta por Valencia para ver que encontraba en la cuidad.

Abrí una de las cajas y saqué mis sábanas de color morado. A pesar de que era Agosto y hacía un calor insoportable, a mi me gustaba siempre tener una sábana a mis pies. El tiempo se me pasó muy deprisa y se hicieron las 2 de la mañana en lo que a mi me parecieron 10 minutos. Hice la cama y me acosté rendida después de muchas horas de agotamiento y desenfreno.

Paolo

Muy a su pesar, Paolo no paraba de pensar en Cecilia. << Quizás no debería de haberle plantado la puerta en las narices... >>

Se sentó en el sofá y volvió a pulsar play para que la película siguiera su curso, pero esta vez Paolo ya no le prestaba atención. Al cabo de 15 minutos ya estaba aburrido y decidió sacar el disco del reproductor para estar un rato solo con sus pensamientos. Se levantó del mullido sofá y se dirigió hacia su habitación con el paquete de galletas TUC en la mano.

Paolo estaba inquieto...por primera vez en mucho tiempo no sabía que hacer. Abría un libro y lo cerraba a los 2 minutos...escuchaba música y cambiaba de canción porque todas le aburrían...¡Incluso dejó de comer galletas! Y eso ya era decir mucho. Se sentó en la cama sin saber que hacer y se quedó mirando la pared de su cuarto. En ella habían varios pósters de los Guns and Roses, Bullet for my Valentine, The Fray y muchos más grupos de los que estaba orgulloso que le gustasen. Pero, al girar la vista hacia la otra pared vio las fotos familiares.
Al menos una docena de cuadros y fotos estaban colgados en esa pared. Tenía varias con su padre, desde que era pequeño hasta hacía un año. Su madre era preciosa y en cada foto que salía era el centro de todas las miradas. Paolo estaba muy orgulloso de su familia, eran sus grandes amigos y sabía que pocas personas podían decir eso de las suyas.

Aun tenía cajas de la mudanza sin abrir a si que se sentó en el suelo y empezó a desempaquetar. Al final logró encontrar todos sus libros de Empresariales. El año que viene sería su último curso de carrera y tenía que ponerse las pilas a tope si pretendía trabajar en algo más importante que su trabajo actual. No es que no le gustase trabajar en la empresa de su padre, hacían un buen equipo juntos, pero tenía la obligación moral de hacer algo por sí mismo...ganado del sudor de su frente.
Siguió sacando libros de la carrera, libros de lectura, películas...¿Cómo podía seguir teniendo tantas cosas aún en cajas? Alcanzó algo con la punta de los dedos que no reconoció hasta que lo sacó de la caja.

-¿Qué es esto? - susurró Paolo entre dientes.

Sostenía en la mano un bote metálico adornado con golosinas y bastoncillos de caramelo que probablemente había estado lleno de chucherías hace 13 años...pero ahora contenía una colección de monedas de todos los países, diferentes formas, tamaños, dibujos etc.

-¡Pero si es mi colección de monedas! - exclamó.

<< Seguro que mamá las metería en la caja sin que yo me diese cuenta. >> se dijo Paolo. Sus padres le habían ayudado a empaquetar todas las cosas, ya que eran muchas. 20 años en una misma casa daban para bastantes cajas en las que meter todos sus recuerdos.

Paolo se levantó del suelo y dejó la caja de monedas en un lugar de su estantería más accesible. Se tumbó en la cama y se quedó frito. Eran casi las dos de la mañana y los sueños inundaron la cabeza de Paolo. Pero esta vez...solo había alguien, una persona que ocupaba sus pensamientos. Cecilia.

Cecilia

-¡Bip Bip Bip!

La alarma del móvil sonó a las 10 de la mañana. Estaba con las sábanas hechas un desastre a los pies de la cama. Aunque aún tenía sueño me levanté enérgica y me puse mis zapatillas de estar por casa. Fui hacia el espejo y me di cuenta de que no veía nada. Abrí la cortina del balcón y me encontré con un sol mañanero que parecía que me estaba diciendo 'Buenos días' radiantemente.
Al mirarme al espejo de nuevo vi que no me había desmaquillado la noche anterior y tenía toda la cara llena de rímel y pegotes negros.
Fui al baño y saqué las toallitas desmaquillantes de la bolsa de aseo. Me quité los restos de maquillaje que quedaban y me enjuagué la cara con agua fría.
Mis amigas habían envidiado mi cutis de siempre. Estaba completamente limpio y sin necesidad de cremas ni exfoliantes. Ni una espinilla ni punto negro.
Encendí el termo y me dispuse a ducharme...esta vez sin sorpresas y poniendo el pestillo.

5 minutos después.

El olor a eucalipto del champú inundó mi habitación dándole un agradable aroma y ahorrándome dinero en ambientador. Me asomé por la puerta para ver si había alguien pero no oí ruido alguno aún habiendo llamado a mis padres a grito pelado.

Abrí el armario y escogí unos pantalones cagados piratas con una camiseta morada de manga corta y unas converse negras. Volví a ir al baño para arreglarme y ponerme un poco de sombra de ojos y bálsamo en los labios.
Bajé las escaleras y fui hacia la cocina. Allí había una nota y unas llaves que, supuse, serían las nuevas de la casa.

<< Ce. Aquí tienes las llaves de casa. Si vas a salir ten mucho cuidado. Tu padre y yo empezábamos hoy a trabajar a si que llegaremos a eso de las 9 ya que es el primer día, ¿Ok? Un beso cariño.

Mamá >>

Directamente el primer día ya no iban a estar en casa, desde luego su vida era bastante ajetreada. Yo dejé la nota donde estaba y me dirigí hacia la nevera. Ya parecía que estuviésemos viviendo allí toda la vida porque todo estaba completamente ordenado. Abrí el refrigerador y saqué el zumo de naranja. Cogí un vaso del estante de arriba del lavavajillas y me serví el zumo. También cogí un bollito de leche que mi madre había dejado a mi alcance y empecé a engullirlo. Me senté en uno de los 6 taburetes que rodeaban la bancada de la cocina y me quedé en silencio mirando las nuevas llaves. Me daba pena deshacerme de las viejas.

Cuando acabé de desayunar cogí las llaves y subí a mi habitación para cambiarme de llavero. Iba a ponerme el de la bandera española pero había decidido dar a mi vida un cambio, dejar atrás lo viejo. Aunque le tenía mucho cariño a ese llavero lo dejé en un estante guardado y dejé a las llaves solitarias en busca de un nuevo compañero para ellas.
Cogí el bolso y metí el móvil, la cartera con la tarjeta de crédito, las gafas de sol y el ipod. Bajé de nuevo las escaleras y abrí la puerta para salir a la calle y empezar mi jornada de compras compulsivas. Cerré con llave la puerta y las metí en el bolso al mismo tiempo que sacaba el ipod y pulsaba play.

'Bad Romance – Lady GaGa'

Me encontré a Vicente en la entrada y éste me dio los bueno días cortésmente mientras me abría la puerta que conducía al exterior del edificio.
No me había dado cuenta, pero al portero se le notaba el paso del tiempo en su rostro, todo marcado por las arrugas, aunque no debía de tener más de 60 años. Ese hombre me inspiraba confianza, tenía cara de ser una buena persona en la que poder confiar. Yo le agradecí con una sonrisa de oreja a oreja.

Eran las 11:08 de la mañana y Valencia estaba ya muy concurrida de gente. Las tiendas del centro eran una maravilla pero mi gran amigo el iphone me había informado que había una zona cerca del barrio del Carmen en la que tenían tiendas bastante...estrambóticas por así decirlo. Ya había estado en Valencia un par de veces pero fue cuando tenía 11 o 12 años y no recordaba muy bien los sitios. Gracias a las indicaciones logré llegar a mi destino y por el camino encontré comercios que me llamaron visiblemente la atención. Estuve mirando pósters, accesorios, figuritas...quería re-decorar mi habitación pero no sabía como empezar.

-¿Necesitas ayuda en algo? - preguntó la dependienta de 'Ghetto' al ver mi cara de indecisión.

-No gracias. Sólo estoy mirando. - le regalé la mejor de mis sonrisas y seguí con mi escrutinio de objetos.

Seguí caminando hasta que encontré una tienda llamada 'La Pulga' al lado de un café que parecía que se escondía del resto del mundo. Entré dentro y comencé a ojear hasta que encontré un póster de Los Ángeles que me encantó, se veía la cuidad entera desde el aire. Lo cogí inmediatamente con miedo de que alguien me lo pudiese robar de las manos. Creo que tenía una ligera obsesión por los pósters de ciudades o lugares en general.
Seguí caminando por la tienda observando las cosas que había y me di cuenta de que eran objetos rarísimos...personalmente nunca me habría visto en la situación de comprar en una tienda como esa. Mientras yo estaba enfrascada en mi mundo, alguien se chocó conmigo por detrás haciéndome brincar de un susto.

Paolo

La Pulga estaba llena de gente. En general las personas no solían pasar por esa tienda, no es que fuese poco popular, al contrario, era conocida en toda Valencia. Pero la gente pensaba que era una boutique de gustos muy extraños y góticos con aire punk...a Paolo le hacía gracia cada vez que pasaba una pareja de ancianos por la calle y miraban a la tienda con los ojos desorbitados como si fuese la entrada al infierno. Le hacía esbozar una sonrisa.

-Tío, ¿Qué tal el piso nuevo? - preguntó su compañero de trabajo.

Carlos, era el mejor amigo de Paolo. Se conocieron hacía dos años cuando Paolo entró a trabajar en La Pulga. Carlos estaba a jornada completa mientras que él solo trabajaba de 9:00 a 13:00 los sábados para ganarse un dinerillo extra. Además, le gustaba esa tienda y el hecho de estar en ella con su mejor amigo siempre le animaba. Consiguió ese trabajo antes de empezar a trabajar con su padre pero cuando lo hizo no quiso dejarlo ya que se encontraba muy a gusto. Su padre accedió siempre y cuando pudiese compaginar ambos trabajos con los estudios. Cosa que se le daba perfectamente bien. Paolo se consideraba un genio nato.

Carlos y Paolo iban merodeando por la tienda marcando precios y cambiando algunos aplicando los descuentos.

-El piso bien...ayer me pasó algo un poco surrealista, ¿Sabes? - dejó caer Paolo.

-¿Y eso? Cuéntame tío que me aburro mucho...

Carlos era un tipo sencillo. Vivía en un modesto piso en el centro de Valencia y tenía un 'Seat León' blanco con el que iba a todas partes. Le encantaban las peliculas de 'Quentin Tarantino' y la buena vida. Llevaba rastas hasta la cintura, que dado a su constitución delgada le resaltaban basante, y un tatuaje en el tobillo de una inicial, la “M”. Su única gran afición eran las mujeres. A pesar de su aspecto de 'rastafari', Carlos era una gran persona y un gran confidente para Paolo.

-Bueno...¿Te acuerdas que te dije que habían vendido el piso de arriba, el quinto?

-Si...

-Pues ayer llegaron. La cuestión es que es una familia y tienen una hija de unos 18 años aproximadamente que...

-¡Un momento, un momento, para el carro! ¿Acabas de decir una hija de 18 años? ¡Tío eres mi héroe! ¿Está buena? - preguntó Carlos con urgencia.

Paolo se puso a recordar la escena de la ducha y se dejó llevar por sus pensamientos. No sabía si debería de decírselo a Carlos. Quería que ese pensamiento no lo pudiese compartir nadie más a parte de él. Pero su amigo le miraba con ojitos de cordero degollado a si que tuvo que decírselo.

-Bueno...la vi en la ducha...desnuda...completamente.

A Carlos se le cayó el aparato de los precios al suelo y gritó un '¿¡QUÉÉÉÉ!?' que se escuchó en toda la tienda y asustó a la gran mayoría de la clientela.

-¡Tío baja la voz! - susurró Paolo preocupado de que alguien supiese de que estaban hablando.

-No me lo puedo creer...¿La has visto desnuda? ¿A qué esperas para contarme?

En ese momento mientras los dos iban marcando precios ensimismados en su historia, Paolo se chocó con una persona que le resultaba vagamente familiar.