jueves, 10 de marzo de 2011



7
Cecilia

Las clases de la universidad se me hacía bastante llevaderas, a pesar de los múltiples trabajos que nos mandaban. Era la carrera que había escogido y me encantaba, por ese preciso motivo no me incomodaba nada tener que pasarme horas encerrada en mi cuarto haciendo trabajos de Volumen e Iluminación, además, así me ayudaba a distraerme de todo lo que había pasado en los últimos días.
Había estado saliendo con Paolo y me lo había pasado genial, pero después de lo que me dijo...¿Vivir en el extranjero? ¡Pero si se acababa de mudar a la finca!, además, ¿No lo volvería a ver más? Llevábamos 1 semana casi sin hablar, excepto porque pasó un día por casa para saber cómo estaba.
Muchas preguntas se cruzaban en mis pensamientos, y acabaron por darme un dolor de cabeza impresionante.
Decidí dejar los trabajos en la mesa, ya los acabaría al día siguiente, ya que eran para dentro de dos semanas y de momento no corrían prisa.
Me arreglé para salir a dar una vuelta y airearme un poco, necesitaba respirar aire puro. Cogí el bolso y metí todos los bártulos como de costumbre. Esta vez cogí una chaqueta de cuero, debido a que estábamos a mediado de Septiembre y ya se iba notando la temporada otoñal. Cuando estaba a punto de salir de la habitación vi la cámara réflex en la mesa. La había dejado allí y aún no la había usado en el tiempo que llevaba en Valencia. Al verla recordé que nos habían mandado un trabajo en Fotografía sobre paisajes. Sin pensármelo dos veces la cogí, la metí en su gran funda y me la colgué del cuello.

Al bajar las escaleras vi a mis padres viendo en la tele una película de crímenes policíacos que a primera vista me pareció bastante interesante. Al verme bajar toda equipada me preguntaron a donde iba.

-Voy a dar una vuelta por ahí, y a hacer fotos para un trabajo. - dije.

-Pero, ¿Vas sola o te acompaña Paolo? - preguntó mi padre.

Sabía que si contestaba que iba sola no me dejarían ir, así que mentí.

-Si, exacto, voy a ir con Paolo.

-Está bien, pero no quiero que te traiga a casa muy tarde, ¿entendido?

-Si, no te preocupes papá, sabes que es un chico muy responsable, y yo también. - alegué.

-Muy bien mi niña, pues que os lo paséis bien, y tened cuidado.

-Si papá, ¡Hasta luego!

Los dos se despidieron de mi con la mano y yo cerré la puerta mientras veía como se volvían a centrar en la película.

**
El reloj del ayuntamiento marcaba las 5. Las calles de Valencia estaban bastante concurridas ya que era sábado por la tarde y la gente iba al cine, quedaba con los amigos o simplemente salía a dar un paseo, como hacía yo en ese mismo instante.
Hacía una buena temperatura media y no había ni una sola nube en el cielo, prometía ser un día de lo más excelente. Conecté el Ipod y me puse a escuchar a “The Fray”, ese grupo siempre me calmaba cuando estaba nerviosa o inquieta por algo.
Caminaba por la cuidad mientras algunos curiosos me miraban a mi o a la cámara. La verdad es que llamé la atención de unos cuantos chicos, cosa que me alagaba, pero al mismo tiempo me hacía sentir un poco incómoda, siempre te subía un poco la autoestima, pero en ese mismo instante yo solo pensaba en una persona. Una persona que conocía de un mes aproximadamente pero ya me había robado el maldito corazón por mucho que yo tratara de evitarlo a toda costa.

Tenía ganas de ver e investigar más a fondo aquella cuidad que tanta paz me inspiraba, no se parecía mucho a Los Ángeles pero sabía que me depararía grandes aventuras.
Al mismo tiempo me sentía un poco sola, no tenía ganas de ir con Paolo, necesitaba tiempo para mi misma y reflexionar, pero por otra parte necesitaba un hombro sobre el que llorar. Llegué a una plaza bastante grande, estaba decorada con muchísimas flores de distintos colores y tamaños, habían cafeterías y heladerías en las que la gente charlaba alegremente disfrutando de un precioso fin de semana otoñal.
Al ver todo aquel bullicio de gente, me entraron ganas de comerme un helado, a pesar de ser Septiembre, me apetecía uno urgentemente. Guardé bien la cámara para que no se manchase y me dispuse a ello. Me acerqué a una heladería llamada “Gelattos” con la típica decoración italiana, ojeé los sabores y finalmente me decanté por pedírmelo de pistacho, mi favorito.

-2'50€ la tarrina mediana. - dijo el hombre con pinta de personaje de Super Mario.

<< ¡Qué caro! >> pensé ofuscada.

Después de buscar concienzudamente en el monedero me di cuenta de que no me llegaba el dinero para pagarle y me puse nerviosa ya que detrás de mi se estaba formando una cola y todos centraron su atención en mi debido a mi tardanza.
De repente una voz salvadora y familiar surgió de entre la cola.

-Yo pagaré su helado, y a mi póngame uno de Stracciatella de los grandes si es tan amable.

El hombre me miró con cara de pocos amigos y se fue a preparar el helado de aquel extraño. Al girarme pude reconocerle, era Pedro, aquel chico de la universidad, y al parecer él también había salido para hacer su trabajo de Fotografía, ya que llevaba su “Nikon” colgada del cuello al igual que yo.

-Gracias, ya te invitaré yo a algo en la cafetería de la Uni. - dije intentando no entablar una conversación por lo que me habían advertido Lucas y Helena.

-Simplemente me lo puedes compensar tomándote el helado conmigo. - contraatacó.

Su respuesta me pilló por sorpresa pero a pesar de las advertencias de mis amigos no me parecía tan mala idea, me había invitado a un helado y sería hacerle un feo, además, ¿Qué iba a pasar?
Cuando el hombre me dio la tarrina y Pedro pagó, nos sentamos en una mesita apartada del resto de la gente.

-Bueno, cuéntame algo de ti. - dijo acomodándose el la silla.

Al principio dudé en responder debido a sus confianzas.

-¿Por qué no empiezas tú?

Pedro empezó a reírse mientras yo permanecía seria.

-Veo que eres tímida.

Yo me encogí de hombros.

-¿Cómo te decidiste por hacer Bellas Artes? - pregunté dejando a un lado mi timidez.

Él se metió una cucharada de Stracciatella en la boca y luego contestó.

-Pues la verdad es que llevo pintando toda la vida, desde que era un crío, además mis padres siempre me han dicho que soy muy bohemio. Por eso me metí en esa carrera, no sé... en ese lugar puedo ser yo mismo sin preocuparme del “¿qué dirán?”

La verdad es que no me esperaba esa contestación. Me dejó bastante sorprendida. Pedro parecía un chico con las ideas puestas en su sitio.

-¿Y tú?

-Pues yo...más de lo mismo supongo. - mi timidez volvía a aflorar.

Él no dijo nada y sonrió. Continuamos hablando de nuestras cosas. Yo le dije que era Americana y él se quedó realmente “shockeado”, me pidió que le hablara en inglés ya que no sabía ni papa, nos reímos, callamos, hablamos, e incluso nos hicimos un par de bromas, nos llevábamos bien. Nos acabamos nuestros respectivos helados y salimos de aquella heladería tan acogedora, excepto por el dueño cascarrabias.

Paolo

Me sentía impotente. Sabía que había herido a Ce, ahora no quería ni verme. No es que estuviese enfadada conmigo pero sabía que se guardaba algo, tendría ganas de tirarme algo a la cabeza probablemente. Odiaba sentirme así, y sobretodo haberle hecho daño a ella. Por otra parte, irse a vivir al extranjero era una buena oferta, allí encontraría trabajo en seguida y muy bien pagado.
Tenía la cabeza hecha un lío. Se imaginaba a su amigo Carlos, había rechazado esa oferta, pero, él vivía de puta madre en el centro y sabía que no se lo podía imaginar en otro sitio que no fuese su ciudad natal.
Sin más dilación, cogí el teléfono que estaba en la mesa del comedor y llamé a Carlos, necesitaba estar con mi mejor amigo.

-¡Hola tío! - respondió una voz al otro lado del auricular.

-¡Buenas crack! Oye, ¿Te apetece quedar? Necesito airearme un poco, y bueno, ya de paso te cuento...

-¡No me digas más! ¿A qué hora y dónde?

Pedro

Esa chica era fascinante, me gustaba reírme con ella, su sonrisa era perfecta, y todas sus facciones y gestos me llamaban la atención. Había algo de ella que me atraía como un imán, pero no quería darme tanta prisa en hacer algo, no, al menos dejaría que pasaran unas cuantas semanas hasta que hiciese alguna maniobra.
Esa chica tenía algo especial y quería que fuese un buen golpe, tenía que planearlo bien si quería que saliese a la perfección.
Íbamos muy juntos y de vez en cuando nuestros brazos se rozaban causándome el equivalente a una pequeña descarga eléctrica. Andábamos sin rumbo mientras ella me contaba cosas de su vida que a mi, me interesaban mas bien poco, pero tenía que estar atento si quería que el plan funcionase. Tenía que ver que me interesaba por ella. Busqué algún plan rápidamente para que pudiésemos estar más íntimamente.

-Oye, ¿Qué te parecería subir a lo alto del Miguelete? Desde allí podremos sacar unas panorámicas impresionantes.

La idea le pareció genial, por lo tanto nos acercamos a la entrada, pagamos el ticket y comenzamos a subir los grandes escalones de piedra.

Cecilia

La idea del Miguelete era perfecta. Desde esa altura podríamos ver la ciudad entera y sacar unas fotos preciosas, nunca se me habría ocurrido una idea mejor para nuestro trabajo de Fotografía. La subida era pesada, era uno de los edificios más antiguo de toda Valencia y constaba de 200 escalones aproximadamente de un grosor considerable. Descansamos un par de veces porque nos faltaba la respiración, pero al fin llegamos a lo alto y no nos defraudó para nada.
Era un mirador sorprendente y a lo alto estaba la gran campana que marcaba las horas. Estaba lleno de turistas de distintas nacionalidades pero cada uno iba a su bola y a nosotros no nos molestaban para nada. Saqué mi cámara de la funda y me dispuse a sacar unas fotografías de calidad. Pero Pedro había sido más rápido. Estaba sacándome instantáneas en plan “paparazzi” y yo me sonrojé, me daba bastante vergüenza que me hiciesen fotos, bueno, supongo que no era bastante fotogénica, aunque todo el mundo siempre me decía lo contrario.
Me tapé la cara con las manos sin pensármelo dos veces.

-Pero, ¿Qué haces? Anda, quítate las manos de la cara que semejante preciosidad tiene que salir en la foto.

Yo me reí y volví a negarme, no pensaba dejarle que me hiciese fotos, al menos no en ese momento. Sorprendentemente el no insistió y comenzó a hacerle fotos al paisaje, pero sabía que tendría alguna foto mía en su cámara.

Paolo

Quedé con Carlos en la plaza de la Virgen para tomar algo. Eran las 5 y diez y mi amigo aún no había llegado, como siempre. Al fin apareció apurado.

-Lo siento tío, es que estaba en casa de mis viejos y se me ha hecho un poco tarde... lo siento.

-Tranquilo, anda siéntate.

Mi acompañante se sentó y se pidió un Nestea, mientras yo ya me estaba acabando mi coca-cola.
Empecé a contarle todo lo sucedido con Ce, su “enfado” y el hecho de que no quería verme. Estaba triste, odiaba esa sensación, nunca me había pasado eso con nadie, no en mucho tiempo que yo recordara.

-Vaya marrón chaval. - dijo Carlos dándole un sorbo a su refresco mientras miraba como la camarera se alejaba y le sonreía.

-Ya, no sé que hacer, creo que la he encontrado tío, ella es la única, aunque yo soy un puto orgulloso de mierda y no lo reconozco, en vez de eso me cabreo conmigo mismo. - le di un golpe seco a la mesa con rabia.

Carlos me dio unas palmadas en el hombro para calmarme. Pagamos nuestras bebidas y nos dispusimos a dar una vuelta por el centro.

Cecilia

La visita al Miguelete había sido de lo más provechosa. Pedro y yo habíamos sacado unas fotografías que dejarían pasmados a la mitad de la clase, estábamos muy orgullosos de nuestro trabajo.

-Será mejor que bajemos, ya empieza a caer el sol. - dije mirando al horizonte.

Él asintió y nos dispusimos a descender de aquella gigantesca torre. A mi me daba vértigo, ya que las escaleras estaban bastante empinadas.

-Cógete a mi mano Ce. - dijo Pedro.

A mi me daba reparo, no nos conocíamos casi y temía un contacto físico tan directo como era cogerse de la mano. Al final lo hice porque no tenía otra opción.

Conseguimos bajar sin que a mi me diera un jamacuco. Al llegar al final me temblaban las piernas de lo nerviosa que me había puesto, pero había valido la pena, solo por esas fotografías, y para conocer mejor a mi compañero.
Empezamos a caminar por la plaza de nuevo. Cogí la cámara y comencé a hacerle fotos a la gente enfocándoles con mi lente cuando de repente enfoqué a alguien familiar.

Paolo iba con su amigo Carlos charlando amenamente, cuando me vio se paró en seco. Los cuatro nos miramos con cara de circunstancia y sin saber que decir.

<< ¡Mierda! >>


Nota: Todos los lugares que describo son reales y obviamente increíbles! Visitad Valencia porque merece la pena :) (esta es la plaza de la Reina y subir al Miguelete es una paliza jajaja!)