martes, 7 de diciembre de 2010

4
Cecilia

Me desperté un poco aturdida. No me lo podía creer, me había quedado dormida. Miré rápidamente el móvil intentando que la luz del sol no me cegara a través de la ventana.
<< 1 mensaje nuevo. >>
Lo abrí con el corazón en un puño y sintiéndome súper mal por haberle dejado tirado cuando había sido yo la que había ideado el plan de quedar.

<< ¡Hola preciosa! Si quieres te recojo en tu casa dentro de 30 minutos. Besos. >>

¡OH DIOS NO! No me podía creer que le hubiese dejado plantado de esa manera. Me sentía fatal, ahora tendría que ir a la tienda para disculparme, hacerlo por el móvil sería bastante cutre. Pero, ¿Cómo sabía donde vivía? Seguramente se lo habría dicho Paolo... Paolo... ese chico...
Me di un golpe en la cabeza para sacármelo de la cabeza.
<< Me voy a volver loca. >>

Miré el reloj. Eran las 12 de la mañana.
Al levantarme encontré otra nota de mi madre a los pies de la cama. Ponía lo mismo que la que me dejó ayer. Genial, otro día que iban a llegar tarde.
Bajé las escaleras aún con la ropa puesta. La casa irradiaba luz y vitalidad, a pesar de que solo estaba yo en la casa.

Fui a la cocina y me preparé un bol de cereales de chocolate con leche. Cuando me dispuse a subir de nuevo a mi habitación vi un sobre debajo de la puerta y me quedé extrañada ya que el correo lo dejaban abajo en los buzones, además este no tenía remitente. Dejé el bol en el primer escalón de la escalera y cogí la carta misteriosa. Ponía mi nombre.

<< Hola vecina. ¿Al final te quedaste dormida? >>

Ahora flipaba más que antes. Espera un segundo...¿Vecina?
No me lo podía creer. ¡Era Paolo! Como no me había dado cuenta antes...Carlos me había dado el número de ese niñato engreído en vez del suyo. Subí indignada a mi cuarto dejando el bol en las escaleras, intacto.
Me cambié de ropa y me puse lo primero que cogí. Unos pantalones vaqueros cortos y una camiseta negra de tirantes con unas Vans del mismo color. Me pinté la raya negra, me peiné un poco y salí de casa sin coger nada más que las llaves.

Me planté delante de su puerta y llamé repetidas veces. Las suficientes para que me abriese. Hizo efecto.
Paolo abrió la puerta al cabo de unos segundos. Iba en calzoncillos y una camiseta gris de manga corta. Tenía todo el pelo alborotado y cara de dormido.

-¿Qué quieres? - Balbuceó mientras bostezaba.

La verdad es que estaba realmente guapo hasta con cara de zombie, pero eso no me impidió abofetearle.
Paolo se despertó, quedándose ahí parado.

-Creo que me debes una disculpa. - dije casi entre sollozos. Estaba claro que ese chico solo quería humillarme, y yo que me había hecho ilusiones...

Paolo se quedó mirándome pero no dijo palabra.

-¿Y bien? - pregunté esperando una respuesta ya con lágrimas en los ojos.

-Yo a ti no te debo nada. - y cerró la puerta bruscamente.

En ese momento no me pude mover. Quería gritarle, quería llorar, quería volver a abofetearle, pero al mismo tiempo quería besarle, amarle y hacer el amor con él.
<< ¿Qué coño me pasa? >>
¿Cómo me podía estar pasando eso? Lo conocía de 3 días y lo había visto 10 minutos si llegaba. Pero no me lo sacaba de la cabeza. Era todo en cuanto podía pensar y me encantaba pero a la vez lo odiaba, le odiaba con todas mis fuerzas.
Me senté en el rellano y seguí llorando como una niña pequeña. Me daba igual si me escuchaba o no. Ahora solo quería desahogarme.

Paolo

<< ¿Pero qué he hecho? ¡Estoy gilipollas! >>
Estaba parado frente a la puerta. Aún notaba como el corazón le latía aceleradamente después de la bofetada. En ese mismo momento le daba igual. Tenía que pedirle disculpas, pero era demasiado orgulloso para hacer eso. La escuchaba llorar a través de la puerta y eso le rompía el corazón.

-¡JODER! - gritó.

La rabia se apoderaba de él. Notaba que se ponía cada vez más nervioso.
<< Paolo contrólate. >> pensaba. Pero no pudo.
Subió velozmente hasta su gimnasio para darle golpes a su saco de boxeo. Necesitaba descargar esa ira e impotencia que tenía dentro.
Esa chica le estaba volviendo loco. No sabía que le estaba pasando, ¿Por qué no dejaba ya de pensar en ella? Si seguro que era como las demás...igual que las demás.
Paolo golpeaba cada vez más fuerte el saco hasta que cayó vencido por el cansancio. Su camiseta estaba chorreando de sudor y decidió quitársela y dejarla tirada en el suelo. Se miró las manos. Las tenía moradas de los golpes.

No podía más. Se sentía mal consigo mismo. Necesitaba decirle a Ce que lo sentía, aunque se tuviera que tragar su orgullo.

Se dio una ducha fría para despejarse un poco y se vistió. Estaba inseguro pero sabía que si no lo hacía se arrepentiría.
Salió de su casa y se cruzó con Vicente por el camino. Éste no le dijo nada ya que su expresión decía que no estaba para charlas portero/vecino en ese mismo instante.
Paolo tocó a la puerta pero se dio cuenta de que estaba abierta. Entró poco seguro y llamó a Cecilia, al ver que ésta no respondía subió las escaleras. Miró en su habitación y no estaba.
<< Habrá salido y se habrá dejado la puerta abierta. >>
Justo cuando iba a salir escuchó como el sonido del agua correr. Se acercó a la puerta del cuarto de baño y pudo oír como el agua de la ducha chocaba contra la mampara.

-¿Cecilia? Por favor puedes salir cuando puedas...necesito hablar contigo.

Al ver que no respondía al cabo de unos minutos Paolo se empezó a preocupar.
<< A lo mejor no quiere hablar conmigo. >>

-¿Cecilia, estás bien?

Seguía sin responder y él ya no podía más. Entró lentamente por si volvía a ocurrir el malentendido del otro día pero pronto se dio prisa en reaccionar.
Cecilia estaba sentada en el plato de la ducha cogida por las piernas y desnuda mientras el agua congelada corría por la alcachofa.

-¡Ce! ¡¿Estás loca?!

Paolo cogió una toalla y se metió en la ducha para sacarla de ahí. Estaba tiritando y pudo intuir que también lloraba. La llevó a la cama y la arropó con la toalla lo mejor que pudo. Luego volvió al baño para coger otra toalla y así poder hacer que entrara mejor en calor.

-¿Pero se puede saber qué hacías? - preguntó con mucha urgencia Paolo preocupado por la chica.

Ce seguía tiritando pero no se separaba de los brazos de Paolo. Quería sentir su calor esparciéndose por su cuerpo, aunque sabía que lo estaba poniendo en una situación comprometida. Al menos ahora su llanto había empezado a cesar.

-Mi vida es una mierda... - comenzó.

Paolo se quedó callado sin saber realmente que responder.

-No digas eso...sabes que no es cierto, tienes todo lo que quieres, ¿No es así?

-No puedo quejarme pero...necesito a alguien. Me siento vacía. No tengo a nadie que me quiera. - comenzó a llorar otra vez.

-Pero Ce, tienes a tus padres. - dijo para consolarla.

-Tienes razón, pero ellos nunca están en casa. Los quiero mucho pero no es suficiente...

Paolo dudó en decir lo siguiente.

-Me tienes a mi.

Ce de repente dejó de llorar. Se incorporó y miró directamente a los ojos de Paolo.
Con una sonrisa sincera le dio las gracias.

-Bueno, será mejor que me vista. - dijo Ce ruborizándose al saber que la toalla le llegaba un poco más abajo de la entrepierna.

-Si...y yo será mejor que me vaya.

Ce le sonrió. Su sonrisa era perfecta y radiante. Esa chica le había robado el corazón pero él no quería admitirlo.

-Por cierto, ¿Qué hay de la cita?

-¿Qué cita? - preguntó extrañada Cecilia.

-Por teléfono me dijiste que si quería quedar.

Ce soltó una carcajada.

-Estaré lista en 20 minutos e iré a tu casa. ¿Eso te parece bien?

-Bueno, también puedes venir como estás ahora.

Cecilia puso los ojos en blanco y se puso a gritarle y a pegarle mamporrazos de broma. Ambos empezaron a reírse y cayeron redondos en la cama.

-Estás loco Paolo.

-Lo sé, pero, eso es bueno ¿No? ¿Qué sería un mundo sin locos?

Ce se rió. Sus facciones eran perfectamente simétricas y su nariz era chata. Sus pestañas llegaban al infinito y las pecas de su cara de le daban un aire divertido.

-En 20 minutos en mi casa. - concluyó Paolo y se levantó de la cama para desaparecer por la puerta.

-¡Allí estaré! ¡Y con ropa!

viernes, 3 de diciembre de 2010

3
Cecilia

-¿Pero tú que haces aquí? - preguntó Paolo con nerviosismo.

-¿Qué pasa? ¿Acaso esta tienda es tuya y no puedo entrar?

Paolo tenía un marcador de precios en la mano y llevaba un chaleco con el nombre bordado de la tienda, a causa de eso intuí que trabajaba en aquel lugar. Para mi sorpresa alguien más estaba atendiendo a nuestras conversación.

-Hola, yo soy Carlos, encantado de conocerte....

-Cecilia, me llamo Cecilia. - dije mientras le daba dos besos en la mejilla.

-¿Lo ves Paolo? Así es como se conoce la gente normal...dándose dos besos, no entrando en baños ajenos.

Paolo me echó una sonrisita burlona pero que a la vez era de asco. Nos quedamos los tres en silencio provocando un silencio bastante incómodo. Carlos no paraba de mirar a Paolo y acto seguido sus ojos verdes se posaban en los míos. Me hacía ruborizarme.

-¿Qué haces aquí? - preguntó Paolo.

-No tranquilo, no estoy aquí por ti, simplemente quería echar un vistazo a las tiendas de la ciudad. - expliqué.

Carlos no paraba de sonreír maliciosamente cada vez que soltaba un comentario en contra de Paolo.

-¿Y has elegido esta tienda? Mira tía...esta tienda no te pega ni con cola, ¿Sabes? Las tiendas de Gucci y Channel están en la otra acera. - contraatacó.

¿Me estaba llamando pija en mis narices? No me lo podía creer, no estaba dispuesta a dejarme avasallar por un niñato mirón que se creía el rey del mambo. Pensaba salir de aquel establecimiento cuanto antes y con la cabeza bien alta.

-Bueno, veo que me he equivocado de tienda, es evidente que aquí no hay NADA que merezca la pena... - le miré fulminantemente de arriba a bajo. - A si que me iré, y te dejaré marcar precios que es lo mejor que puedes hacer en estos momentos, ¿Eh guapo?

Antes de salir de la tienda Carlos me paró para darme un papelito.

-Si quieres volver a verme ya sabes. - susurró en mi oreja.

Sus labios estaban muy cerca de mi lóbulo y eso me produjo un cosquilleo al que no estaba acostumbrada...aquel acto provocó a Paolo un escalofrío de celos.

Salí de la tienda como si nada. Les había dejado de piedra. Estaba empezando a sacar mis armas de mujer...no sabía por qué pero aquel chico, Paolo, me iba a dar muchos quebraderos de cabeza de ahora en adelante.
A pesar de que era un niño pijo petulante, veía algo en él que por el momento no sabía descifrar...ambos habíamos tenido una conexión desde el principio y lo sabíamos...aunque de momento solo nos limitábamos a discutir por cualquier cosa. Lo único que esperaba era que no diese problemas en la finca.
Desarrugué el pequeño papel que me dio Carlos y lo abrí. En él había un número de móvil.
<< Hay que ver como son los chicos con tal de ligar... >>

Paolo

¿¡QUÉ HAS HECHO QUÉ!?

-Que sí tío...sé que tú nunca le vas a entrar a si que he decidido tenderte una mano...ser tu cupido personal...ya me entiendes... - concretó el rastas dándome un codazo amistoso en el brazo.

-Vale, una cosa es querer ayudar...pero otra cosa es darle mi número de teléfono en vez del tuyo...¿Qué crees que va a decir cuándo se de cuenta de que soy yo y no tú?

-Así que lo admites...quieres que te ayude...lo que significa que la chica realmente te gusta...supongo que dará saltos de alegría al enterarse.

Paolo no pudo evitar soltar una carcajada. Su amigo era un caso aparte en la evolución humana...pero siempre le había estado agradecido por todo lo que había hecho por él...Carlos era una gran persona y sobretodo era amigo de sus amigos. Y aquella vez tenía razón...esa chica le estaba comiendo la cabeza hasta tal punto que no paraba de pensar en ella...eso no era propio en él...¿Se estaría enamorando?...¡No! Semejante idea le hizo cambiar el semblante...no podía ser...otra vez no.

Cecilia

Después de estar todo el día pateándome la ciudad pude encontrar un par de cosas que me llegaron a gustar.
Descubrí una tienda llamada “Natura” donde vendía cosas muy hippies y alternativas...Compré algunas velas aromáticas de distintos olores, tales como fresa, chocolate, menta y mi favorito: la lavanda.
También compré algunos pósters de grupos que me gustaban...entre ellos Green Day, 30 Seconds To Mars, Paramore, Aerosmith...recordaba una vez que mi padre me llevó a una rueda de prensa donde estaba Steven Tyler firmando discos (ya que su discográfica era el lugar donde mi padre trabajaba). Creo que esa fue la vez que más me emocioné en mi vida. Era uno de mis grupos preferidos y verlo solo a tres metros de mi fue apoteósico, nunca olvidaré ese día.

Abrí la puerta con una necesidad imperiosa de dejar todas las bolsas encima de algún sitio. Mis padres aún no había llegado.
<< Que raro, si son las 9:30...bueno, habrán tenido un día duro. >>

Subí a mi habitación y cerré la puerta. Dejé todas las bolsas encima de la cama y empecé a sacar cosas.
A medida que decoraba mi nueva habitación me iba gustando más y más, ahora ya parecía perfecta y completamente a mi gusto.
Me deshice de todas las bolsas y me tumbé en la cama rendida después de un día agotador.
Al cerrar los ojos me acordé de Paolo. << ¿Por qué ese chico me da tantos quebraderos de cabeza? ¡Si apenas le conozco! Con lo guapo que es su amigo. >> Al pensar eso me acordé de la nota con el número de teléfono que me había dado horas antes. << ¿Debería llamarlo? ¿O quizás enviarle un mensaje? >>
No sabía que pensar, a lo mejor se creía que era demasiado lanzada llamándole tan rápido. Además...a mi no me gustaba Carlos, simplemente tenía la corazonada de que sería un buen amigo y quería conocerle mejor.
Me saqué el móvil del bolsillo y me incorporé cruzando las piernas.

<< ¡Hola! Soy la “amiga” de Paolo. ¿Te apetecería quedar? xx

Ce >>


Paolo

Paolo estaba hecho un lío. ¿Y si Cecilia le llamaba? Seguro que al oír su voz le reconocía y se creería que había sido todo una estratagema para ligar con ella y seguro que no querría volver a verle...
En ese preciso instante el móvil de última generación vibró en su bolsillo y a Paolo le dio un vuelco el corazón.
<< Es ella. >>
¿Quedar? ¿Qué debía hacer? Necesitaba ayuda del maestro...
Marcó el número de Carlos urgentemente y le dio al botoncito verde.

Carlos

El compañero de Paolo estaba repantingado en el sofá con una tía que había conocido esa misma noche. Le encantaban las mujeres, pero no las trataba mal. Siempre, antes de llegar a nada serio las advertía de que él solo buscaba rollos sin compromiso. Carlos era un tío legal.
Mientras estaban danzando sus lenguas, el teléfono de Carlos sonó encima de la mesa. Miró quien era.
<< Paolo. >>
Frenó a la chica y le dijo que enseguida volvía. Su amigo necesitaba consejo. Salió al balcón y cerró la puerta mientras veía como la chica se colocaba bien el sujetador.

-¡Hola tío! - saludó Carlos.
-¡Hey Crack! ¿Cómo te va? Seguro que te he interrumpido...
-No que va... - dijo Carlos sonriendo pícaramente mientras se quitaba carmín rojo de sus labios.
-Ah vale genial, es que verás...tengo un problemilla...
-¿Qué pasa? ¿Ya te ha llamado?
-Me ha enviado un mensaje diciéndome...bueno en realidad diciéndote a ti, bueno que soy yo...
-¡Tío no te enrolles!
-Perdón... - gruñó Paolo. Al fin y al cabo todo eso era por culpa de Carlos.
-Bueno el caso es que me ha dicho de quedar...¿Qué hago? No puedo aparecer ahí como yo... ¿No? Seguro que en cuanto me vea se irá corriendo.
-A ver...He visto como te mira esa chica y si te soy sincero, creo que no te odia...aunque tú creas que si...creo que la tienes coladita.
-¿¡Qué dices!? Tío pero si está claro que me odia...me metí en su ducha mientras ella estaba desnuda...¡DESNUDA!

Carlos empezó a reírse desmesuradamente.

-Pero, ¿Y ahora de qué te ríes?
-Pues me río del dicho.
-¿Del dicho? ¿Qué dicho?
-El de que del amor al odio solo hay un paso y viceversa.

Al otro lado del auricular solo se oía silencio.

-Te has quedado mudo. - pronunció Carlos ya que veía que su amigo no contestaba.
-Tienes razón. Le voy a decir de quedar.
-¡Bien! Veo que entras en razón amigo mío...Bueno pues viendo que lo hemos solucionado todo te dejo, que estoy ocupado.
-¿Pero no me habías dicho que no lo estabas?
-Tío, los amigos siempre van primero.

Paolo le dio las gracias y se despidió de él. Carlos se guardó el móvil en el bolsillo y sonrió. Su amigo se estaba enamorando y lo notaba. Se alegraba mucho por él, se merecía distraerse un poco, después de todo lo que pasó con Alessandra...

Carlos entró en la estancia y volvió a deshacer el sujetador negro de la chica mientras la besaba dulcemente.