martes, 7 de diciembre de 2010

4
Cecilia

Me desperté un poco aturdida. No me lo podía creer, me había quedado dormida. Miré rápidamente el móvil intentando que la luz del sol no me cegara a través de la ventana.
<< 1 mensaje nuevo. >>
Lo abrí con el corazón en un puño y sintiéndome súper mal por haberle dejado tirado cuando había sido yo la que había ideado el plan de quedar.

<< ¡Hola preciosa! Si quieres te recojo en tu casa dentro de 30 minutos. Besos. >>

¡OH DIOS NO! No me podía creer que le hubiese dejado plantado de esa manera. Me sentía fatal, ahora tendría que ir a la tienda para disculparme, hacerlo por el móvil sería bastante cutre. Pero, ¿Cómo sabía donde vivía? Seguramente se lo habría dicho Paolo... Paolo... ese chico...
Me di un golpe en la cabeza para sacármelo de la cabeza.
<< Me voy a volver loca. >>

Miré el reloj. Eran las 12 de la mañana.
Al levantarme encontré otra nota de mi madre a los pies de la cama. Ponía lo mismo que la que me dejó ayer. Genial, otro día que iban a llegar tarde.
Bajé las escaleras aún con la ropa puesta. La casa irradiaba luz y vitalidad, a pesar de que solo estaba yo en la casa.

Fui a la cocina y me preparé un bol de cereales de chocolate con leche. Cuando me dispuse a subir de nuevo a mi habitación vi un sobre debajo de la puerta y me quedé extrañada ya que el correo lo dejaban abajo en los buzones, además este no tenía remitente. Dejé el bol en el primer escalón de la escalera y cogí la carta misteriosa. Ponía mi nombre.

<< Hola vecina. ¿Al final te quedaste dormida? >>

Ahora flipaba más que antes. Espera un segundo...¿Vecina?
No me lo podía creer. ¡Era Paolo! Como no me había dado cuenta antes...Carlos me había dado el número de ese niñato engreído en vez del suyo. Subí indignada a mi cuarto dejando el bol en las escaleras, intacto.
Me cambié de ropa y me puse lo primero que cogí. Unos pantalones vaqueros cortos y una camiseta negra de tirantes con unas Vans del mismo color. Me pinté la raya negra, me peiné un poco y salí de casa sin coger nada más que las llaves.

Me planté delante de su puerta y llamé repetidas veces. Las suficientes para que me abriese. Hizo efecto.
Paolo abrió la puerta al cabo de unos segundos. Iba en calzoncillos y una camiseta gris de manga corta. Tenía todo el pelo alborotado y cara de dormido.

-¿Qué quieres? - Balbuceó mientras bostezaba.

La verdad es que estaba realmente guapo hasta con cara de zombie, pero eso no me impidió abofetearle.
Paolo se despertó, quedándose ahí parado.

-Creo que me debes una disculpa. - dije casi entre sollozos. Estaba claro que ese chico solo quería humillarme, y yo que me había hecho ilusiones...

Paolo se quedó mirándome pero no dijo palabra.

-¿Y bien? - pregunté esperando una respuesta ya con lágrimas en los ojos.

-Yo a ti no te debo nada. - y cerró la puerta bruscamente.

En ese momento no me pude mover. Quería gritarle, quería llorar, quería volver a abofetearle, pero al mismo tiempo quería besarle, amarle y hacer el amor con él.
<< ¿Qué coño me pasa? >>
¿Cómo me podía estar pasando eso? Lo conocía de 3 días y lo había visto 10 minutos si llegaba. Pero no me lo sacaba de la cabeza. Era todo en cuanto podía pensar y me encantaba pero a la vez lo odiaba, le odiaba con todas mis fuerzas.
Me senté en el rellano y seguí llorando como una niña pequeña. Me daba igual si me escuchaba o no. Ahora solo quería desahogarme.

Paolo

<< ¿Pero qué he hecho? ¡Estoy gilipollas! >>
Estaba parado frente a la puerta. Aún notaba como el corazón le latía aceleradamente después de la bofetada. En ese mismo momento le daba igual. Tenía que pedirle disculpas, pero era demasiado orgulloso para hacer eso. La escuchaba llorar a través de la puerta y eso le rompía el corazón.

-¡JODER! - gritó.

La rabia se apoderaba de él. Notaba que se ponía cada vez más nervioso.
<< Paolo contrólate. >> pensaba. Pero no pudo.
Subió velozmente hasta su gimnasio para darle golpes a su saco de boxeo. Necesitaba descargar esa ira e impotencia que tenía dentro.
Esa chica le estaba volviendo loco. No sabía que le estaba pasando, ¿Por qué no dejaba ya de pensar en ella? Si seguro que era como las demás...igual que las demás.
Paolo golpeaba cada vez más fuerte el saco hasta que cayó vencido por el cansancio. Su camiseta estaba chorreando de sudor y decidió quitársela y dejarla tirada en el suelo. Se miró las manos. Las tenía moradas de los golpes.

No podía más. Se sentía mal consigo mismo. Necesitaba decirle a Ce que lo sentía, aunque se tuviera que tragar su orgullo.

Se dio una ducha fría para despejarse un poco y se vistió. Estaba inseguro pero sabía que si no lo hacía se arrepentiría.
Salió de su casa y se cruzó con Vicente por el camino. Éste no le dijo nada ya que su expresión decía que no estaba para charlas portero/vecino en ese mismo instante.
Paolo tocó a la puerta pero se dio cuenta de que estaba abierta. Entró poco seguro y llamó a Cecilia, al ver que ésta no respondía subió las escaleras. Miró en su habitación y no estaba.
<< Habrá salido y se habrá dejado la puerta abierta. >>
Justo cuando iba a salir escuchó como el sonido del agua correr. Se acercó a la puerta del cuarto de baño y pudo oír como el agua de la ducha chocaba contra la mampara.

-¿Cecilia? Por favor puedes salir cuando puedas...necesito hablar contigo.

Al ver que no respondía al cabo de unos minutos Paolo se empezó a preocupar.
<< A lo mejor no quiere hablar conmigo. >>

-¿Cecilia, estás bien?

Seguía sin responder y él ya no podía más. Entró lentamente por si volvía a ocurrir el malentendido del otro día pero pronto se dio prisa en reaccionar.
Cecilia estaba sentada en el plato de la ducha cogida por las piernas y desnuda mientras el agua congelada corría por la alcachofa.

-¡Ce! ¡¿Estás loca?!

Paolo cogió una toalla y se metió en la ducha para sacarla de ahí. Estaba tiritando y pudo intuir que también lloraba. La llevó a la cama y la arropó con la toalla lo mejor que pudo. Luego volvió al baño para coger otra toalla y así poder hacer que entrara mejor en calor.

-¿Pero se puede saber qué hacías? - preguntó con mucha urgencia Paolo preocupado por la chica.

Ce seguía tiritando pero no se separaba de los brazos de Paolo. Quería sentir su calor esparciéndose por su cuerpo, aunque sabía que lo estaba poniendo en una situación comprometida. Al menos ahora su llanto había empezado a cesar.

-Mi vida es una mierda... - comenzó.

Paolo se quedó callado sin saber realmente que responder.

-No digas eso...sabes que no es cierto, tienes todo lo que quieres, ¿No es así?

-No puedo quejarme pero...necesito a alguien. Me siento vacía. No tengo a nadie que me quiera. - comenzó a llorar otra vez.

-Pero Ce, tienes a tus padres. - dijo para consolarla.

-Tienes razón, pero ellos nunca están en casa. Los quiero mucho pero no es suficiente...

Paolo dudó en decir lo siguiente.

-Me tienes a mi.

Ce de repente dejó de llorar. Se incorporó y miró directamente a los ojos de Paolo.
Con una sonrisa sincera le dio las gracias.

-Bueno, será mejor que me vista. - dijo Ce ruborizándose al saber que la toalla le llegaba un poco más abajo de la entrepierna.

-Si...y yo será mejor que me vaya.

Ce le sonrió. Su sonrisa era perfecta y radiante. Esa chica le había robado el corazón pero él no quería admitirlo.

-Por cierto, ¿Qué hay de la cita?

-¿Qué cita? - preguntó extrañada Cecilia.

-Por teléfono me dijiste que si quería quedar.

Ce soltó una carcajada.

-Estaré lista en 20 minutos e iré a tu casa. ¿Eso te parece bien?

-Bueno, también puedes venir como estás ahora.

Cecilia puso los ojos en blanco y se puso a gritarle y a pegarle mamporrazos de broma. Ambos empezaron a reírse y cayeron redondos en la cama.

-Estás loco Paolo.

-Lo sé, pero, eso es bueno ¿No? ¿Qué sería un mundo sin locos?

Ce se rió. Sus facciones eran perfectamente simétricas y su nariz era chata. Sus pestañas llegaban al infinito y las pecas de su cara de le daban un aire divertido.

-En 20 minutos en mi casa. - concluyó Paolo y se levantó de la cama para desaparecer por la puerta.

-¡Allí estaré! ¡Y con ropa!

viernes, 3 de diciembre de 2010

3
Cecilia

-¿Pero tú que haces aquí? - preguntó Paolo con nerviosismo.

-¿Qué pasa? ¿Acaso esta tienda es tuya y no puedo entrar?

Paolo tenía un marcador de precios en la mano y llevaba un chaleco con el nombre bordado de la tienda, a causa de eso intuí que trabajaba en aquel lugar. Para mi sorpresa alguien más estaba atendiendo a nuestras conversación.

-Hola, yo soy Carlos, encantado de conocerte....

-Cecilia, me llamo Cecilia. - dije mientras le daba dos besos en la mejilla.

-¿Lo ves Paolo? Así es como se conoce la gente normal...dándose dos besos, no entrando en baños ajenos.

Paolo me echó una sonrisita burlona pero que a la vez era de asco. Nos quedamos los tres en silencio provocando un silencio bastante incómodo. Carlos no paraba de mirar a Paolo y acto seguido sus ojos verdes se posaban en los míos. Me hacía ruborizarme.

-¿Qué haces aquí? - preguntó Paolo.

-No tranquilo, no estoy aquí por ti, simplemente quería echar un vistazo a las tiendas de la ciudad. - expliqué.

Carlos no paraba de sonreír maliciosamente cada vez que soltaba un comentario en contra de Paolo.

-¿Y has elegido esta tienda? Mira tía...esta tienda no te pega ni con cola, ¿Sabes? Las tiendas de Gucci y Channel están en la otra acera. - contraatacó.

¿Me estaba llamando pija en mis narices? No me lo podía creer, no estaba dispuesta a dejarme avasallar por un niñato mirón que se creía el rey del mambo. Pensaba salir de aquel establecimiento cuanto antes y con la cabeza bien alta.

-Bueno, veo que me he equivocado de tienda, es evidente que aquí no hay NADA que merezca la pena... - le miré fulminantemente de arriba a bajo. - A si que me iré, y te dejaré marcar precios que es lo mejor que puedes hacer en estos momentos, ¿Eh guapo?

Antes de salir de la tienda Carlos me paró para darme un papelito.

-Si quieres volver a verme ya sabes. - susurró en mi oreja.

Sus labios estaban muy cerca de mi lóbulo y eso me produjo un cosquilleo al que no estaba acostumbrada...aquel acto provocó a Paolo un escalofrío de celos.

Salí de la tienda como si nada. Les había dejado de piedra. Estaba empezando a sacar mis armas de mujer...no sabía por qué pero aquel chico, Paolo, me iba a dar muchos quebraderos de cabeza de ahora en adelante.
A pesar de que era un niño pijo petulante, veía algo en él que por el momento no sabía descifrar...ambos habíamos tenido una conexión desde el principio y lo sabíamos...aunque de momento solo nos limitábamos a discutir por cualquier cosa. Lo único que esperaba era que no diese problemas en la finca.
Desarrugué el pequeño papel que me dio Carlos y lo abrí. En él había un número de móvil.
<< Hay que ver como son los chicos con tal de ligar... >>

Paolo

¿¡QUÉ HAS HECHO QUÉ!?

-Que sí tío...sé que tú nunca le vas a entrar a si que he decidido tenderte una mano...ser tu cupido personal...ya me entiendes... - concretó el rastas dándome un codazo amistoso en el brazo.

-Vale, una cosa es querer ayudar...pero otra cosa es darle mi número de teléfono en vez del tuyo...¿Qué crees que va a decir cuándo se de cuenta de que soy yo y no tú?

-Así que lo admites...quieres que te ayude...lo que significa que la chica realmente te gusta...supongo que dará saltos de alegría al enterarse.

Paolo no pudo evitar soltar una carcajada. Su amigo era un caso aparte en la evolución humana...pero siempre le había estado agradecido por todo lo que había hecho por él...Carlos era una gran persona y sobretodo era amigo de sus amigos. Y aquella vez tenía razón...esa chica le estaba comiendo la cabeza hasta tal punto que no paraba de pensar en ella...eso no era propio en él...¿Se estaría enamorando?...¡No! Semejante idea le hizo cambiar el semblante...no podía ser...otra vez no.

Cecilia

Después de estar todo el día pateándome la ciudad pude encontrar un par de cosas que me llegaron a gustar.
Descubrí una tienda llamada “Natura” donde vendía cosas muy hippies y alternativas...Compré algunas velas aromáticas de distintos olores, tales como fresa, chocolate, menta y mi favorito: la lavanda.
También compré algunos pósters de grupos que me gustaban...entre ellos Green Day, 30 Seconds To Mars, Paramore, Aerosmith...recordaba una vez que mi padre me llevó a una rueda de prensa donde estaba Steven Tyler firmando discos (ya que su discográfica era el lugar donde mi padre trabajaba). Creo que esa fue la vez que más me emocioné en mi vida. Era uno de mis grupos preferidos y verlo solo a tres metros de mi fue apoteósico, nunca olvidaré ese día.

Abrí la puerta con una necesidad imperiosa de dejar todas las bolsas encima de algún sitio. Mis padres aún no había llegado.
<< Que raro, si son las 9:30...bueno, habrán tenido un día duro. >>

Subí a mi habitación y cerré la puerta. Dejé todas las bolsas encima de la cama y empecé a sacar cosas.
A medida que decoraba mi nueva habitación me iba gustando más y más, ahora ya parecía perfecta y completamente a mi gusto.
Me deshice de todas las bolsas y me tumbé en la cama rendida después de un día agotador.
Al cerrar los ojos me acordé de Paolo. << ¿Por qué ese chico me da tantos quebraderos de cabeza? ¡Si apenas le conozco! Con lo guapo que es su amigo. >> Al pensar eso me acordé de la nota con el número de teléfono que me había dado horas antes. << ¿Debería llamarlo? ¿O quizás enviarle un mensaje? >>
No sabía que pensar, a lo mejor se creía que era demasiado lanzada llamándole tan rápido. Además...a mi no me gustaba Carlos, simplemente tenía la corazonada de que sería un buen amigo y quería conocerle mejor.
Me saqué el móvil del bolsillo y me incorporé cruzando las piernas.

<< ¡Hola! Soy la “amiga” de Paolo. ¿Te apetecería quedar? xx

Ce >>


Paolo

Paolo estaba hecho un lío. ¿Y si Cecilia le llamaba? Seguro que al oír su voz le reconocía y se creería que había sido todo una estratagema para ligar con ella y seguro que no querría volver a verle...
En ese preciso instante el móvil de última generación vibró en su bolsillo y a Paolo le dio un vuelco el corazón.
<< Es ella. >>
¿Quedar? ¿Qué debía hacer? Necesitaba ayuda del maestro...
Marcó el número de Carlos urgentemente y le dio al botoncito verde.

Carlos

El compañero de Paolo estaba repantingado en el sofá con una tía que había conocido esa misma noche. Le encantaban las mujeres, pero no las trataba mal. Siempre, antes de llegar a nada serio las advertía de que él solo buscaba rollos sin compromiso. Carlos era un tío legal.
Mientras estaban danzando sus lenguas, el teléfono de Carlos sonó encima de la mesa. Miró quien era.
<< Paolo. >>
Frenó a la chica y le dijo que enseguida volvía. Su amigo necesitaba consejo. Salió al balcón y cerró la puerta mientras veía como la chica se colocaba bien el sujetador.

-¡Hola tío! - saludó Carlos.
-¡Hey Crack! ¿Cómo te va? Seguro que te he interrumpido...
-No que va... - dijo Carlos sonriendo pícaramente mientras se quitaba carmín rojo de sus labios.
-Ah vale genial, es que verás...tengo un problemilla...
-¿Qué pasa? ¿Ya te ha llamado?
-Me ha enviado un mensaje diciéndome...bueno en realidad diciéndote a ti, bueno que soy yo...
-¡Tío no te enrolles!
-Perdón... - gruñó Paolo. Al fin y al cabo todo eso era por culpa de Carlos.
-Bueno el caso es que me ha dicho de quedar...¿Qué hago? No puedo aparecer ahí como yo... ¿No? Seguro que en cuanto me vea se irá corriendo.
-A ver...He visto como te mira esa chica y si te soy sincero, creo que no te odia...aunque tú creas que si...creo que la tienes coladita.
-¿¡Qué dices!? Tío pero si está claro que me odia...me metí en su ducha mientras ella estaba desnuda...¡DESNUDA!

Carlos empezó a reírse desmesuradamente.

-Pero, ¿Y ahora de qué te ríes?
-Pues me río del dicho.
-¿Del dicho? ¿Qué dicho?
-El de que del amor al odio solo hay un paso y viceversa.

Al otro lado del auricular solo se oía silencio.

-Te has quedado mudo. - pronunció Carlos ya que veía que su amigo no contestaba.
-Tienes razón. Le voy a decir de quedar.
-¡Bien! Veo que entras en razón amigo mío...Bueno pues viendo que lo hemos solucionado todo te dejo, que estoy ocupado.
-¿Pero no me habías dicho que no lo estabas?
-Tío, los amigos siempre van primero.

Paolo le dio las gracias y se despidió de él. Carlos se guardó el móvil en el bolsillo y sonrió. Su amigo se estaba enamorando y lo notaba. Se alegraba mucho por él, se merecía distraerse un poco, después de todo lo que pasó con Alessandra...

Carlos entró en la estancia y volvió a deshacer el sujetador negro de la chica mientras la besaba dulcemente.

jueves, 21 de octubre de 2010

News

¡Hola gente! Bueno pues como os estaréis dando cuenta, hace ya lo menos 3 semanas que no subo capítulo nuevo, ¿La razón?, ¡Exámenes a tope!
Lo siento mucho, se que la mayoría de blogs han sido "suspendidos" temporalmente y creo que yo también lo voy a hacer...es bastante difícil estudiar y centrarte en tu historia a la vez.
Seguiré subiendo capítulos pero no tan asiduamente, tranquilos que el blog cerrado no está ;)

¡Gracias a los que leáis, y espero que lo entendáis!

Lee xx

domingo, 3 de octubre de 2010

Carlos Ramírez (nuevo personaje!!)

 Carlos es el mejor amigo de Paolo. Trabaja con él en la Pulga y le encantan las mujeres, su coche y la buena vida. A pesar de ser un poco destartalado, es una gran persona y tiene muy buen corazón. Intentará ayudar por todos los medios a Paolo para que consiga al amor de su vida.

sábado, 2 de octubre de 2010

2
Cecilia

La puerta se cerró en mis narices. No me podía creer que incluso habiendo ido a disculparme como una persona madura, él me había dejado en evidencia. Subí las escaleras indignada por el comportamiento de ese chico y volví a entrar en mi casa.

-¿Qué te pasa Cecilia? - preguntó mi madre.

-Nada mamá, es solo que estoy muy cansada del viaje y eso... - mentí.

A mi madre no era muy difícil convencerla. Mis padres siempre habían estado más ocupados en sus trabajos que conmigo, aunque yo no les reprochaba, les entendía y la parte buena de todo aquello era que tenía más libertad para hacer lo que quisiese. Casi toda mi vida había estado “sola” esa era otra razón por lo que era madura para mi edad. La primera vez que me vino la menstruación a los 12 años, mi madre estaba en una conferencia de abogados y cuando se lo dije simplemente me dijo: << Ya estás hecha toda una mujer. >> Le sonó el móvil y se fue a hablar por teléfono a su habitación, ¡Con lo asustada que estaba yo! Pero bueno...eso era agua pasada.

-Bueno, yo de ti me iría a dormir si estás tan cansada. Por cierto...¿Has conocido a Paolo? És el vecino de abajo. - Amanda estaba organizando algunos de los jarrones que habían llegado en las cajas y los estaba poniendo encima del mueble del recibidor antes de irse a dormir.

Yo hice un gemido con la boca como muestra de afirmación y subí arriba para hacer algo y no quedarme allí plantada viendo como mi madre decoraba el aparador.

<< Paolo... ¡Será idiota! >>

Vi a mi padre colocar, con ayuda de otros tres hombres, su amado piano al lado de la escalera, un poco escondido del resto de las cosas en la casa para crear un rincón íntimo y personal. Lo más importante para mi padre aparte de nosotras y su trabajo, era su piano, su música. Robert se pasaba día si y día no tocando su instrumento favorito, creaba unas melodías con una facilidad desbordante que a mi me sería imposible interpretar.

* * *

Las cajas estaban por todas partes. Los de la mudanza ya habían acabado de descargar nuestras pertenencias y lo habían dejado todo por en medio, como era de esperar. Estaba muy enfadada con Paolo y conmigo misma. No debería de haberle gritado pero él tampoco debería de haberse quedado mirando. Había sido una situación muy embarazosa... pero cuando había ido a disculparme, él me había dejado con la palabra en la boca.

Una de las cajas estaba medio abierta y dejaba entrever un tubo. Lo cogí curiosa y lo desenrollé. Vi que era mi viejo póster del Puente de Londres que compré en un mercadillo de L.A hacía dos años en un arrebato. Nunca me había colgado ese póster en mi antigua habitación porque lo veía demasiado transgresor y urbanita, pero me apetecía cambiar un poco de estilo por lo que decidí colgarlo. Lo coloqué encima del cabezal de la cama. Al haberlo puesto con chinchetas de colores que encontré en la misma caja, me alejé un poco y me di cuenta de que era enorme, ocupaba gran parte de la pared, pero me encantaba. Las luces del puente sobresaltaban el póster en sí y era todo en blanco y negro excepto las enormes “barandillas” azules. Me pasé lo que quedaba de la noche ordenando mi nueva habitación ya que no tenía sueño. Al poco tiempo escuché como mis padres se iban a dormir después de un día agotador, pero yo quería seguir ordenando el cuarto. Conforme la iba decorando con mis viejas cosas me daba cuenta de que iba a necesitar un toque más “retro” y eso significaba salir a la calle y buscar tiendas raras para comprar lo más extravagante que pudiese encontrar. Si, eso era lo que iba a hacer. Mañana me daría una vuelta por Valencia para ver que encontraba en la cuidad.

Abrí una de las cajas y saqué mis sábanas de color morado. A pesar de que era Agosto y hacía un calor insoportable, a mi me gustaba siempre tener una sábana a mis pies. El tiempo se me pasó muy deprisa y se hicieron las 2 de la mañana en lo que a mi me parecieron 10 minutos. Hice la cama y me acosté rendida después de muchas horas de agotamiento y desenfreno.

Paolo

Muy a su pesar, Paolo no paraba de pensar en Cecilia. << Quizás no debería de haberle plantado la puerta en las narices... >>

Se sentó en el sofá y volvió a pulsar play para que la película siguiera su curso, pero esta vez Paolo ya no le prestaba atención. Al cabo de 15 minutos ya estaba aburrido y decidió sacar el disco del reproductor para estar un rato solo con sus pensamientos. Se levantó del mullido sofá y se dirigió hacia su habitación con el paquete de galletas TUC en la mano.

Paolo estaba inquieto...por primera vez en mucho tiempo no sabía que hacer. Abría un libro y lo cerraba a los 2 minutos...escuchaba música y cambiaba de canción porque todas le aburrían...¡Incluso dejó de comer galletas! Y eso ya era decir mucho. Se sentó en la cama sin saber que hacer y se quedó mirando la pared de su cuarto. En ella habían varios pósters de los Guns and Roses, Bullet for my Valentine, The Fray y muchos más grupos de los que estaba orgulloso que le gustasen. Pero, al girar la vista hacia la otra pared vio las fotos familiares.
Al menos una docena de cuadros y fotos estaban colgados en esa pared. Tenía varias con su padre, desde que era pequeño hasta hacía un año. Su madre era preciosa y en cada foto que salía era el centro de todas las miradas. Paolo estaba muy orgulloso de su familia, eran sus grandes amigos y sabía que pocas personas podían decir eso de las suyas.

Aun tenía cajas de la mudanza sin abrir a si que se sentó en el suelo y empezó a desempaquetar. Al final logró encontrar todos sus libros de Empresariales. El año que viene sería su último curso de carrera y tenía que ponerse las pilas a tope si pretendía trabajar en algo más importante que su trabajo actual. No es que no le gustase trabajar en la empresa de su padre, hacían un buen equipo juntos, pero tenía la obligación moral de hacer algo por sí mismo...ganado del sudor de su frente.
Siguió sacando libros de la carrera, libros de lectura, películas...¿Cómo podía seguir teniendo tantas cosas aún en cajas? Alcanzó algo con la punta de los dedos que no reconoció hasta que lo sacó de la caja.

-¿Qué es esto? - susurró Paolo entre dientes.

Sostenía en la mano un bote metálico adornado con golosinas y bastoncillos de caramelo que probablemente había estado lleno de chucherías hace 13 años...pero ahora contenía una colección de monedas de todos los países, diferentes formas, tamaños, dibujos etc.

-¡Pero si es mi colección de monedas! - exclamó.

<< Seguro que mamá las metería en la caja sin que yo me diese cuenta. >> se dijo Paolo. Sus padres le habían ayudado a empaquetar todas las cosas, ya que eran muchas. 20 años en una misma casa daban para bastantes cajas en las que meter todos sus recuerdos.

Paolo se levantó del suelo y dejó la caja de monedas en un lugar de su estantería más accesible. Se tumbó en la cama y se quedó frito. Eran casi las dos de la mañana y los sueños inundaron la cabeza de Paolo. Pero esta vez...solo había alguien, una persona que ocupaba sus pensamientos. Cecilia.

Cecilia

-¡Bip Bip Bip!

La alarma del móvil sonó a las 10 de la mañana. Estaba con las sábanas hechas un desastre a los pies de la cama. Aunque aún tenía sueño me levanté enérgica y me puse mis zapatillas de estar por casa. Fui hacia el espejo y me di cuenta de que no veía nada. Abrí la cortina del balcón y me encontré con un sol mañanero que parecía que me estaba diciendo 'Buenos días' radiantemente.
Al mirarme al espejo de nuevo vi que no me había desmaquillado la noche anterior y tenía toda la cara llena de rímel y pegotes negros.
Fui al baño y saqué las toallitas desmaquillantes de la bolsa de aseo. Me quité los restos de maquillaje que quedaban y me enjuagué la cara con agua fría.
Mis amigas habían envidiado mi cutis de siempre. Estaba completamente limpio y sin necesidad de cremas ni exfoliantes. Ni una espinilla ni punto negro.
Encendí el termo y me dispuse a ducharme...esta vez sin sorpresas y poniendo el pestillo.

5 minutos después.

El olor a eucalipto del champú inundó mi habitación dándole un agradable aroma y ahorrándome dinero en ambientador. Me asomé por la puerta para ver si había alguien pero no oí ruido alguno aún habiendo llamado a mis padres a grito pelado.

Abrí el armario y escogí unos pantalones cagados piratas con una camiseta morada de manga corta y unas converse negras. Volví a ir al baño para arreglarme y ponerme un poco de sombra de ojos y bálsamo en los labios.
Bajé las escaleras y fui hacia la cocina. Allí había una nota y unas llaves que, supuse, serían las nuevas de la casa.

<< Ce. Aquí tienes las llaves de casa. Si vas a salir ten mucho cuidado. Tu padre y yo empezábamos hoy a trabajar a si que llegaremos a eso de las 9 ya que es el primer día, ¿Ok? Un beso cariño.

Mamá >>

Directamente el primer día ya no iban a estar en casa, desde luego su vida era bastante ajetreada. Yo dejé la nota donde estaba y me dirigí hacia la nevera. Ya parecía que estuviésemos viviendo allí toda la vida porque todo estaba completamente ordenado. Abrí el refrigerador y saqué el zumo de naranja. Cogí un vaso del estante de arriba del lavavajillas y me serví el zumo. También cogí un bollito de leche que mi madre había dejado a mi alcance y empecé a engullirlo. Me senté en uno de los 6 taburetes que rodeaban la bancada de la cocina y me quedé en silencio mirando las nuevas llaves. Me daba pena deshacerme de las viejas.

Cuando acabé de desayunar cogí las llaves y subí a mi habitación para cambiarme de llavero. Iba a ponerme el de la bandera española pero había decidido dar a mi vida un cambio, dejar atrás lo viejo. Aunque le tenía mucho cariño a ese llavero lo dejé en un estante guardado y dejé a las llaves solitarias en busca de un nuevo compañero para ellas.
Cogí el bolso y metí el móvil, la cartera con la tarjeta de crédito, las gafas de sol y el ipod. Bajé de nuevo las escaleras y abrí la puerta para salir a la calle y empezar mi jornada de compras compulsivas. Cerré con llave la puerta y las metí en el bolso al mismo tiempo que sacaba el ipod y pulsaba play.

'Bad Romance – Lady GaGa'

Me encontré a Vicente en la entrada y éste me dio los bueno días cortésmente mientras me abría la puerta que conducía al exterior del edificio.
No me había dado cuenta, pero al portero se le notaba el paso del tiempo en su rostro, todo marcado por las arrugas, aunque no debía de tener más de 60 años. Ese hombre me inspiraba confianza, tenía cara de ser una buena persona en la que poder confiar. Yo le agradecí con una sonrisa de oreja a oreja.

Eran las 11:08 de la mañana y Valencia estaba ya muy concurrida de gente. Las tiendas del centro eran una maravilla pero mi gran amigo el iphone me había informado que había una zona cerca del barrio del Carmen en la que tenían tiendas bastante...estrambóticas por así decirlo. Ya había estado en Valencia un par de veces pero fue cuando tenía 11 o 12 años y no recordaba muy bien los sitios. Gracias a las indicaciones logré llegar a mi destino y por el camino encontré comercios que me llamaron visiblemente la atención. Estuve mirando pósters, accesorios, figuritas...quería re-decorar mi habitación pero no sabía como empezar.

-¿Necesitas ayuda en algo? - preguntó la dependienta de 'Ghetto' al ver mi cara de indecisión.

-No gracias. Sólo estoy mirando. - le regalé la mejor de mis sonrisas y seguí con mi escrutinio de objetos.

Seguí caminando hasta que encontré una tienda llamada 'La Pulga' al lado de un café que parecía que se escondía del resto del mundo. Entré dentro y comencé a ojear hasta que encontré un póster de Los Ángeles que me encantó, se veía la cuidad entera desde el aire. Lo cogí inmediatamente con miedo de que alguien me lo pudiese robar de las manos. Creo que tenía una ligera obsesión por los pósters de ciudades o lugares en general.
Seguí caminando por la tienda observando las cosas que había y me di cuenta de que eran objetos rarísimos...personalmente nunca me habría visto en la situación de comprar en una tienda como esa. Mientras yo estaba enfrascada en mi mundo, alguien se chocó conmigo por detrás haciéndome brincar de un susto.

Paolo

La Pulga estaba llena de gente. En general las personas no solían pasar por esa tienda, no es que fuese poco popular, al contrario, era conocida en toda Valencia. Pero la gente pensaba que era una boutique de gustos muy extraños y góticos con aire punk...a Paolo le hacía gracia cada vez que pasaba una pareja de ancianos por la calle y miraban a la tienda con los ojos desorbitados como si fuese la entrada al infierno. Le hacía esbozar una sonrisa.

-Tío, ¿Qué tal el piso nuevo? - preguntó su compañero de trabajo.

Carlos, era el mejor amigo de Paolo. Se conocieron hacía dos años cuando Paolo entró a trabajar en La Pulga. Carlos estaba a jornada completa mientras que él solo trabajaba de 9:00 a 13:00 los sábados para ganarse un dinerillo extra. Además, le gustaba esa tienda y el hecho de estar en ella con su mejor amigo siempre le animaba. Consiguió ese trabajo antes de empezar a trabajar con su padre pero cuando lo hizo no quiso dejarlo ya que se encontraba muy a gusto. Su padre accedió siempre y cuando pudiese compaginar ambos trabajos con los estudios. Cosa que se le daba perfectamente bien. Paolo se consideraba un genio nato.

Carlos y Paolo iban merodeando por la tienda marcando precios y cambiando algunos aplicando los descuentos.

-El piso bien...ayer me pasó algo un poco surrealista, ¿Sabes? - dejó caer Paolo.

-¿Y eso? Cuéntame tío que me aburro mucho...

Carlos era un tipo sencillo. Vivía en un modesto piso en el centro de Valencia y tenía un 'Seat León' blanco con el que iba a todas partes. Le encantaban las peliculas de 'Quentin Tarantino' y la buena vida. Llevaba rastas hasta la cintura, que dado a su constitución delgada le resaltaban basante, y un tatuaje en el tobillo de una inicial, la “M”. Su única gran afición eran las mujeres. A pesar de su aspecto de 'rastafari', Carlos era una gran persona y un gran confidente para Paolo.

-Bueno...¿Te acuerdas que te dije que habían vendido el piso de arriba, el quinto?

-Si...

-Pues ayer llegaron. La cuestión es que es una familia y tienen una hija de unos 18 años aproximadamente que...

-¡Un momento, un momento, para el carro! ¿Acabas de decir una hija de 18 años? ¡Tío eres mi héroe! ¿Está buena? - preguntó Carlos con urgencia.

Paolo se puso a recordar la escena de la ducha y se dejó llevar por sus pensamientos. No sabía si debería de decírselo a Carlos. Quería que ese pensamiento no lo pudiese compartir nadie más a parte de él. Pero su amigo le miraba con ojitos de cordero degollado a si que tuvo que decírselo.

-Bueno...la vi en la ducha...desnuda...completamente.

A Carlos se le cayó el aparato de los precios al suelo y gritó un '¿¡QUÉÉÉÉ!?' que se escuchó en toda la tienda y asustó a la gran mayoría de la clientela.

-¡Tío baja la voz! - susurró Paolo preocupado de que alguien supiese de que estaban hablando.

-No me lo puedo creer...¿La has visto desnuda? ¿A qué esperas para contarme?

En ese momento mientras los dos iban marcando precios ensimismados en su historia, Paolo se chocó con una persona que le resultaba vagamente familiar.