viernes, 14 de enero de 2011




6
Cecilia

La entrada de la universidad estaba llena de estudiantes, unos se saludaban después de pasar tanto tiempo sin verse después de las vacaciones de verano, otros simplemente charlaban... Echaba eso de menos cuando veía a mis amigas en Los Ángeles y hablábamos de los chicos, el nuevo modelito de la chica más popular, el nuevo número de las animadoras etc.
Había pasado las últimas 2 semanas saliendo con Paolo, no es que fuésemos pareja ni nada pero me sentía muy a gusto con él y siempre teníamos un plan para cada día. Ahora que la universidad empezaba ya no tendríamos tiempo para nada ninguno de los dos, aunque seguro que algún día me pasaría por su casa con la excusa de “la sal”.
Cogí el horario y vi que me tocaba “Historia del Arte” a primera hora en la segunda planta. A pesar de que ese gigantesco edificio circular me infundaba bastante respeto comencé a subir las escaleras de la entrada y vi un montón de pasillos que formaban un gran laberinto. Conseguí encontrar la puerta << 1D >> en la que ponía el nombre de la asignatura en una pequeña chapa de metal nada más dejar las escaleras. Justo en el momento en el que abrí la puerta sonó la campana señalizando el comienzo de un nuevo curso académico.

Era una clase amplia, había un estrado nada más traspasar la puerta y las butacas estaban situadas de forma que iban subiendo hacia arriba y tenían el aspecto de una sala de cine. A pesar de que la estancia era inmensa, solo habían unas 10 personas sentadas.
Me senté en la tercera fila justo detrás de un chico bastante corpulento de cabello oscuro. Tenía suerte porque al ser el primer año nadie se conocía, solo varias personas parecían hablar amenamente a si que por lo menos no sería la marginada del grupo.
En cuanto me senté detrás suyo, el chico se giró y se presentó amablemente.

-Hola, yo me llamo Pedro, ¿Y tú? - se presentó el extraño.

-Hola, yo soy Cecilia pero me puedes llamar Ce. - nos estrechamos profesionalmente la mano y acto seguido él se levantó, miró a los lados como si temiese que le viera alguien, se cambió de fila y se sentó a mi lado.

-Así puedo hablar mejor contigo. - dijo alegremente.

Yo estaba un poco intimidada, no le conocía de nada y ya se sentaba a mi lado para “hablar”. ¿No se supone que en una clase no se debe hablar sino atender?
A pesar de aquello le regalé una sonrisa bastante forzada.
De repente se puso un poco rígido y se despidió de mi para volver a sentarse donde estaba antes. Justo en ese momento llegaron un grupo de rezagados formado por una pareja a los que se les veía bastante felices ya que no paraban de reír e iban cogidos de la mano y una chica con un aspecto más bien gótico, pelo extremadamente rubio -obviamente teñido-, prendas oscuras complementadas con cadenas y anillos relucientes.
Cuando ésta entró, toda la clase murmuraba y la miraban con cara de “bicho raro”. Como sospeché, la chica se sentó al lado de Pedro y le dio un beso en los labios desganadamente por parte de él, no sin antes lanzarme una mirada furtiva. Para mi sorpresa sus amigos se sentaron al lado mio, intenté hacerme la distraída pero igualmente se presentaron ya que el profesor aún no llegaba.

-¡Hola! ¿Eres nueva, verdad? Nosotros también. - sonrió la chica intentando ser simpática.

-Si, soy nueva, me llamo Cecilia pero todos me llaman Ce. - dije volviendo a repetir lo que le había dicho al otro chico.

-Encantada. Yo soy Helena y él es Lucas. - dijo señalando a su novio.

Ambos se miraron como solo los enamorados hacen mientras se daban la mano y sonreían.

-Encantada.

Justo después de ese breve saludo entró el profesor, con ganas de enseñar y de guiarnos durante los próximos cursos de nuestra carrera.

Paolo

La clase estaba tan abarrotada como siempre. Ya había visto a algunos amigos pero no encontraba a Carlos.
<< Me había dicho que no iba a llegar tarde...¡Es el primer día! ¿Cómo puede ser tan despistado? >>
La profesora había entrado y tenía algo importante que decirnos debido a su aspecto pensativo. Era una mujer de tez morena de unos 50 años, delgada, alta y con la cara llena de surcos, bastante elegante y siempre con una sonrisa que regalarnos.

-Hola chicos. Bienvenidos a vuestro último año de carrera.

Al decir eso, varios alumnos soltaron un grito de júbilo mientras que habían otros que aplaudían al unísono. La profesora se reía.

-Bueno, bueno...calma. Tengo una cosa que deciros, es bastante importante así que tomad asiento.

De repente alguien llamó a la puerta de la clase y allí estaba mi amigo, tan destartalado como siempre. Todos le aplaudieron. Carlos era como una “leyenda” para los estudiantes de ese centro. Yo me reía mientras éste hacía una reverencia y besaba dulcemente la mano de la profesora.

-Carlos anda ve a sentarte que tengo que comunicaros algo. - indicó la profesora.

Él hizo caso de lo que le dijo la profesora y vino a sentarse a mi lado.

-¿Se puede saber qué hiciste anoche? - susurré preocupado por si se había pegado la borrachera padre.

-Será mejor que no lo sepas amigo. - respondió mientras se sentaba con el semblante serio. Tenía unas ojeras bastante marcadas y su cuerpo expresaba cansancio. Lo quería mucho, era mi mejor amigo, y no soportaba verle así de agotado cada vez que nos veíamos.

Yo ya me conocía esa respuesta. Lo mejor era no seguir preguntando. Le di una palmadita cariñosa en el hombro y me dispuse a atender a Mercedes, la profesora.

Cecilia

El primer día no había sido para nada como yo lo había imaginado. Helena y Lucas no pararon de charlar conmigo durante los descansos y muy pronto nos hicimos buenos compañeros, intuía que esa amistad iba a ser duradera.
A Lucas se le veía un chico bastante tímido y siempre estaba pegado a Helena, incluso a ella parecía agobiarle un poco. Era moreno y delgado pero tenía marcados los músculos, tenía una nariz larga que contrastaba con sus ojos pequeños y azules.
Al contrario que Helena, ésta tenía los ojos completamente verdes y enormes, su gran melena morena sobresaltaba cualquier cosa de su cuerpo esbelto, la verdad es que parecía una supermodelo.
Se notaba que hacían una buena pareja y que se querían mucho, ¡Qué envidia!

-¡Ce! ¿Te quieres venir con nosotros a tomar un café en la cafetería? - preguntó Helena alegremente.

-Si, por supuesto. - contesté.

La seguí a ella y a su novio hasta la cafetería. Siempre me habían gustado las cafeterías, tenían ese ambiente tan alegre y ameno que parecía que la gente nunca se aburría...unos con sus portátiles acabando trabajos de última hora, otros con sus cafés y al mismo tiempo hablando con sus amigos...¡Bendita vida de estudiante!
Nos pedimos los tres un bombón y nos pusimos a hablar de cosas de la carrera.
Hubo un segundo que me despisté y pude vislumbrar al final del pasillo a Pedro, el chico que me había saludado antes, estaba flirteando con una chica que no parecía ser la misma de antes, esa chica gótica. Esta chica era pelirroja con el pelo rizado...como la mala de “Crepúsculo”, si...igualita. Le había apuntado su móvil en un papel y se lo estaba dando con una mirada juguetona y sensual mientras se alejaba con unos andares más que provocativos.
Justo en ese momento llegaba la rubia con un palo de regaliz en la boca y Pedro actuaba como si nada acabara de pasar.

-No te acerques mucho a ellos.

Helena me miraba fijamente mientras dejaba escapar esas palabras de su boca.

-¿Por qué? El chico parece simpático. - me defendí.

-Eso es siempre lo que intenta demostrar al principio, pero en realidad es un manipulador, siempre juega con las chicas. Las usa y luego vuelve con su “novia” y simula que no ha pasado nada...aunque creo que Lara debe de olerse algo.

-¿Lara? ¿Así se llama ella? - pregunté mientras la observaba con más detenimiento.

Era una chica extremadamente delgada y pálida. El pelo rubio platino le llegaba hasta la cintura y su vestimenta era más que peculiar. Una falda de “tul” con unas medias de rejilla negras, unas botas militares y un corpiño bastante sensual, sin mencionar el maquillaje: Labios negros, ojos negros, uñas negras y complementos la mar de satánicos.

-Si, así se llama. La verdad es que no sé por qué está con Pedro. Él siempre se está acostando con alguien diferente cada noche y ella lo sabe, sin embargo no lo dejan...además míralos...no...no... - no pudo acabar la frase.

-No pintan ni con cola. Si, la verdad es que no. Ella parece Emily Autumn y él es el típico jugador de rugby americano.

Lucas se rió de mi comparación mientras que Helena ponía cara de sorpresa.

-¿Emily quién?

Lucas y yo nos miramos y nos reímos a la par. Helena se enfurruño y se cruzó de brazos. Lucas la cogió y le dio un beso muy dulce en los labios. Ambos se fundieron en un tierno abrazo. Yo les miraba con recelo.

-¿Cuándo os conocisteis? - pregunté curiosa para romper un poco el hielo.

Se deshicieron del abrazo y Lucas habló por primera vez.

-Nos conocemos desde siempre. Nuestros padres son íntimos amigos y siempre nos habíamos llevado bien. Hasta que un día hace dos años nos dimos cuenta de que había algo más que amistad en nuestra relación. Éramos unos críos de dieciséis años pero aquí nos ves, dos años más tarde y la quiero más que a nada en el mundo. - explicó Lucas jugando con los mofletes de su chica.

-Creo que me quieres demasiado... - se quejó Helena burlonamente.

-Sabes que si mi niña.

Ambos sonrieron. El pequeño monstruo de la envidia (sana) ya tenía ganas de salir de mi más profundo ser.

-¡Huy! Ahora vengo cielo que acabo de ver a Luis y le tengo que contar una cosa que me pasó ayer en el “Call of Duty”...

-Si, si, si...cosas de videojuegos raros...anda ve mi amor.

Se dieron un beso de despedida y Lucas se despidió de mi con un gesto de manos. Yo sonreía al ver lo bien que se llevaban. Ojalá yo tuviera a alguien así...ojalá Paolo y yo...

-Bueno, ¿Y tú qué?

-¿Yo? ¿Qué de qué? - estaba ensimismada.

-¿Qué si tienes novio?

La verdad es que en esos momentos esa era la pregunta más difícil que podía responder.
Me quedé unos segundos callada intentando pensar la respuesta.

-Es...es complicado. - dije al fin.

-Tranquila, tengo todo el tiempo del mundo.

<< Genial >> pensé. << Sesión terapéutica >>


Paolo

Llegué a casa tremendamente cansado. Habíamos copiado muchas cosas en ese día a pesar de haber sido el primero y me encontraba totalmente noqueado.
Pero sin importarme recordé que había quedado con Ce en una hora así que me arreglé un poco mejor y me puse a ver una peli para matar el tiempo hasta que llegara.
<< Mmmm, ¿Cuál puedo ver?...¡Ah! ¡Ya sé! ¡Iron Man! >>
Me dirigí hacia la estantería donde tenía todas las películas ordenadas alfabéticamente y la saqué de su carátula.
La metí en el DVD y le di al play. Mientras sonaban los créditos iniciales fui a la cocina a coger un paquete de cacahuetes y me senté cómodamente mientras me descalzaba hábilmente con los pies.
Al cabo de 1 hora casi me había quedado dormido pero el timbre de la puerta me despertó de mi letargo.

-¡Hola Ce! ¿Qué tal tu primer día? ¡Pasa mujer!

Cecilia lucía tan preciosa como siempre. Llevaba el pelo recogido en un concienzudo moño y vaqueros con una camiseta de tirantes y un cardigan de color lila.

-¡A mi me ha ido genial! ¿Y a ti? Espero que bien... - sonrió.

-Si, yo genial...excepto por una cosilla que te quería comentar.

La sonrisa se borró de su rostro, sabía que no iban a ser buenas noticias que digamos.

-¿Qué pasa Paolo? - preguntó asustada.

-Yo...esto... - no sabía como explicárselo. Tragué aire. -El último trimestre me voy a estudiarlo al extranjero, y...puede que me quede allí...a vivir.

Cecilia puso los ojos en blanco pero no perdió los nervios.

-P...pero me dijiste que iba a ser solo una semana - dijo con un nudo en la garganta.

-Ya, yo también creía eso pero parecer ser que han cambiado el programa este año y la verdad es que tendría trabajo asegurado allí. - sonreí intentando suavizar las cosas pero eso solo las empeoró.

Ce no dijo nada, simplemente asintió con la cabeza y salió de mi casa como si algo le impidiese estar en ella. Pude escuchar su llanto al final del pasillo. Lo mejor sería darle tiempo para que lo asimilara, al fin y al cabo solo era una cría.
Si, una cría de diecisiete años que me había robado el corazón y no me lo iba a devolver fácilmente.

lunes, 3 de enero de 2011

5
Cecilia

¿Una cita? ¿Tengo una cita con Paolo? No me lo puedo creer...después de todo lo que nos ha pasado en tan poco tiempo y ahora es como si fuésemos amigos de toda la vida.
Me volví a vestir con la ropa que había dejado tirada en el suelo antes de meterme en la ducha. Esta vez me maquillé más aseadamente. Cogí una de las sombras azules de ojos que usaba raramente y me pinté todo el párpado móvil, dejando una mirada impactante. A lo mejor el chico estaba arrepentido de verdad...y encima me había dicho que yo le importaba...
¿Pero cómo podíamos haber llegado a todo aquello en tan solo 3 días?
Dentro de un par de semanas comenzaría la universidad y tendría que pasar menos tiempo con él. Aunque por otro lado vivíamos en el mismo edificio y eso siempre era una gran ventaja.
Me di mis últimos toques y bajé las escaleras en las que casi me tropiezo con el bol de cereales que me había dejado. Lo devolví a la cocina sin haber probado bocado.
Estaba realmente nerviosa. Esa situación era un poco surrealista. Hacía una hora nos estábamos abofeteando y odiándonos a muerte y ahora habíamos quedado para salir por ahí.
<< ¿?¿?¿?¿?¿?¿? Menuda rallada de cabeza... >>
Me planté ante su puerta y le di 3 golpes secos para que me abriera.

Y allí estaba él. Se había puesto unos vaqueros caídos que dejaban entrever sus calzoncillos de “Calvin Klein” y una camiseta negra de manga corta. El pelo se lo había engominado ligeramente dándole un toque rockero y desenfadado.

-Hola.

Ambos sonreímos vergonzosamente.

-Pasa y siéntate. - comenzó.

Por primera vez veía su casa. Era prácticamente idéntica a la mía salvo por la decoración, claro estaba. La suya era muy moderna y con muebles de diseño.

-Me gusta tu casa Paolo. Tienes buen gusto.

-Bueno, en realidad fue mi madre la que la decoró. Ella es diseñadora de interiores...y bueno, ya te puedes imaginar.

-¡Ah! Bueno, me gusta de todas formas.

Volvemos a sonreír y cada vez nos sentimos más tontos. ¿Qué nos pasa?

-¡Ponte cómoda! - gritó el anfitrión mientras se alejaba hacia la cocina para traer unas bebidas.

Fui a sentarme al sofá, que parecía muy mullido y cómodo. Me senté. En efecto lo era. Paolo volvió con dos coca-colas y dos vasos haciendo malabarismos.

-Muchas gracias. - dije mientras me servía.

-De nada. - sonrió.

Nos pusimos a hablar de todo lo que había pasado. Fue muy extraño hablar de ello, era como si nunca hubiese pasado nada malo entre nosotros, pero nos complementábamos perfectamente y parecíamos amigos íntimos que quedaban una tarde simplemente para tomar algo.
Su cara era perfecta, sus facciones varoniles y tenía esa barba de 3 días que tanto nos pone a las chicas. Si, definitivamente tenía claro que Paolo era él, el hombre con el que toda chica desearía estar a pesar de su temperamento y su carácter gruñón y pasota, la persona con la que compartirías tu vida y con la que quería estar. Al fin, y en tan poco tiempo que parecía surrealista lo había encontrado, era el amor de mi vida, y lo tenía junto a mi.

-¿Quieres ir a comer a algún sitio? - preguntó interrumpiendo mis pensamientos.

-Si claro, me encantaría, subo arriba a por mi móvil y la cartera y bajo.

-¡Ah no! ¡De eso nada! ¡Pago yo! - dijo el señorito.

-No, en serio, me sabría fatal... - anuncié mientras caminaba hacia la puerta.

Y entonces él me cogió por la cintura y se acercó ligeramente al lóbulo de mi oreja.

-Insisto.

Ese acto me provocó un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo de arriba abajo. Esa situación era demasiado tentadora, lo tenía a escasos centímetros y sentía que las piernas me temblaban. Y entonces me giré, le miré a los ojos y le di un suave beso en los labios.
El beso fue pausado y pude saborearlo perfectamente. Nos estuvimos besando un rato mientras sus manos jugaban y se desplazaban por mi cuerpo hasta llegar a mis caderas. Pude llegar a notar el roce de su lengua con la mía, cosa que me excitó aún y le tuve que parar.
Nos quedamos mirándonos durante escasos segundos que parecieron años.

-¿Qué estamos haciendo Paolo? - pregunté incrédulo ante lo que acababa de pasar. Él calló.

Se deshizo de mis caderas y me cogió de la mano.

-Anda, vayámonos a comer que falta nos hace. - dijo esbozando una pequeña sonrisa con la que pretendía cortar la tensión del momento.

Ignoramos ese momento aunque ambos lo teníamos muy presente en nuestras respectivas cabezas, no llegábamos a “desconectar” del todo...era como si no quisiésemos estar alejados el uno del otro aunque nos lo propusiésemos.
Salimos de su casa y nos dirigimos a un restaurante italiano situado a unos pocos minutos andando de la finca.
Al entrar al local vimos a un par de parejas comiendo amenamente, charlando de como les había ido el día, los problemas del trabajo etc. Yo desde niña siempre había creído en los “cuentos de hadas”, siempre había soñado en encontrar al hombre perfecto, tener un trabajo y una casa perfectos y fundar una familia...lo que cualquier persona querría, al verlos me entraba un poco de envidia...sana, creo.
Estaba todo adornado con motivos italianos, y habían jarrones llenos de pasta seca como decoración, era bastante acogedor a primera vista.

-¿Mesa para dos? - preguntó un camarero con acento italiano acercándose a nosotros.

-Si, por favor. - respondió Paolo caballeresco.

El amable camarero nos dirigió hasta nuestra mesa, al lado de un enorme ventanal del segundo piso, donde se podía contemplar a la gente pasar por la calle.

-¿Carta o Menú? - preguntó de nuevo el hombre.

Paolo y yo nos miramos.

-Mejor de carta, gracias.

-Estupendo, aquí se la dejo.

El camarero se fue dejándonos las cartas.

-Vaya...está todo en italiano...no entiendo nada. - dije casi avergonzada.

-No te preocupes, yo te lo traduzco. - se ofreció Paolo.

-¿Sabes italiano? - pregunté incrédula.

-¿Qué pasa? ¿Es que mi nombre no lo dice todo?

Nos empezamos a reír, la verdad es que tenía razón, pero nunca lo había pensado.

-Si, hablo italiano, inglés y español. Mi madre es italiana a si que es de familia. - sonrió.

-¡Vaya! Ojalá yo supiese italiano, que envidia me das... - puse cara de enfurruñada.

-Bueno, te puedo enseñar algo si quieres...

-Bueno, según surja, si algún día me pierdo en mitad de La Toscana te llamaré sofocada.

Volvimos a reír.

-Vaya, has dado en el clavo, mi madre es de La Toscana.

-¿En serio? Me encantaría ver Italia, debe ser precioso.

-Si, la verdad es que lo es...

Nos quedamos otra vez ensimismados hasta que Paolo desvió la vista hacia la carta.

-Yo creo que pediré los Spaguettis, los de este restaurante están buenísimos. - anunció.

-Está bien, entonces yo pediré lo mismo. - concluí dejando la carta en el rincón de la mesa para que el camarero la recogiese fácilmente.

Le pedimos nuestros platos al camarero y nos pusimos a hablar de nuestras cosas.

-Pues sí, desde que era pequeño me han hecho aprender italiano e inglés, la verdad es que ahora lo agradezco, cada vez que voy a Italia puedo hablar con mis abuelos en italiano.

-¿Cuéntame algo sobre tus padres? - pregunté curiosa.

-A ver...por donde empiezo...Mi madre se llama Isabella, nació en La Toscana y le encanta ir de compras, es diseñadora de interiores como ya sabes y hasta hace 2 años tenía cáncer de mama, afortunadamente lo superó y ahora se encuentra mejor que nunca.

-Vaya, lo siento. - le sonreí a modo de apoyo.

-No pasa nada, ahora ya está bien.

-Bueno, ¿Y qué me dices de tu padre?

-Pues, trabajo con él, es el jefe de una famosa revista de coches y yo le ayudo con las cuentas etc. Y le encanta tocar el piano.

-¿En serio? ¡A mi padre también!

-¡Vaya qué casualidad!

-Oye, pero, ¿Tú estás estudiando?

-Si, este año es el último en Empresariales, seguramente lo acabaré en Londres, es la última semana del curso.

Aquello me dejó de piedra. No simplemente iba a visitar mi ciudad favorita, sino que no lo iba a ver en una semana.

-No me lo puedo creer... - susurré.

-¿Qué pasa? - preguntó asustado por si me pasaba algo.

Le tiré la servilleta burlonamente a la cara mientras le gritaba.

-¿¡Vas a visitar mi ciudad favorita antes que yo!?

-Bueno, yo no tengo la culpa...

Le hice el “evil eye”...que mala leche...nunca había visto Londres y ahora iba él y lo iba a hacer antes que yo.

El resto de la velada estuvimos comiendo tranquilamente mientras yo le contaba cosas de mis padres, de América, mis amigos...sentí una pequeña punzada en el corazón al recordar a Eric, ese amor que tuve desde que empecé el instituto...aunque ahora tenía otra persona en quien pensar.

Salimos del local después de que Paolo se ofreciese a pagar la sustentosa cuenta. Estuvimos dando vueltas por la ciudad, mirando los mercadillos de verano que estaban puestos por los calles, hasta me regaló una pulsera bañada en plata con un azabache incrustado.
Fue un día perfecto, parecíamos una pareja de enamorados...en realidad lo estábamos, solo que aún no lo sabíamos ninguno de los dos.